La sirena

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Un ápice de piel tersa y pálida contrastaba con la oscuridad de la noche; un cuerpo humano me hipnotizaba con su belleza, una mujer se zambulle y reaparece bordeando el navío, apreciando el mascarón. Supongo que debí haber llamado a alguien, gritar por ayuda, alertar a los demás para que juntos podamos rescatar a la dama en apuros, pero no pude; me nublaba las ideas, el ver a aquella forma femenina que ahora se encontraba subida al mascarón, trepando, en busca del rostro de la gran figura de madera. Lo cierto es que no comprendía lo que estaba sucediendo, mi mente no procesaba los sucesos, ya que se encontraba concentrada en el hecho de que aquella mujer poseía en el lugar donde tendría que haber bellas y pálidas piernas, tal vez tersas y suaves al tacto, una cola de pez que atraía cualquier tipo de atención debido a la variación de colores que desprendía como pequeñas joyas reflejadas en el agua, como una multiplicidad de arcoiris alucinando la vista. 

Era magníficamente hermosa, mitológica, inalcanzable, alucinante. 

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