Prólogo

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Sentía que su tiempo se estaba agotando y no quería morir, no podía hacerlo. Aún quería casarse y tener hijos, ¿Por qué de todas las personas del pueblo lo seguían a él? Era un buen estudiante y hacía caso a sus padres. Ya no sentía sus piernas por tanto correr y su corazón quería escaparse por su boca, pero las ganas de huir eran más que cualquier sufrimiento. Se adentró al bosque, el cual estaba prohibido entrar de noche por las raras leyendas, pero en ese momento su cerebro no tenía conexión con sus acciones. Desesperado buscó un lugar donde esconderse, detrás de un frondoso árbol el cual estaba más muerto que vivo. Intentó calmar su respiración y contuvo el llanto que quería salir por su garganta.

Pequeños pasos hicieron que dejara de respirar por unos minutos y cuando oyó que estos se alejaban se relajó, agradeciendo a la divinidad que lo haya ayudado en ese momento. A pesar de que habían pasado minutos no se había animado a mirar por si había alguien, pero tomó valor y se asomó, encontrándose con una ligera niebla y oscuridad pero nada que no fuera parte del bosque. Salió de su escondite y comenzó a dar pequeños pasos, se sentía perdido y desorientado pero tenía esperanzas de llegar a su casa y ser abrazado por su madre. Caminó y caminó hasta que salió del bosque y las luces de las casas se veían algo cerca. De nuevo comenzó a correr hasta llegar a su hogar, y apenas pudo colocar la llave en la cerradura por el temblor que dominaba su cuerpo, abriendo con cuidado la puerta. Sintió pánico cuando vio las luces apagadas, pero se calmó cuando oyó el televisor prendido, y supuso que estaban en la sala. Pensó en llamarlos pero algo le decía que no lo hiciera. Sin hacer ruido llegó hasta la sala donde se figuraban dos personas en el sofá, gracias a la luz de la televisión. Una diminuta sonrisa se formó en sus labios, sintiéndose aliviado de estar en casa. Se giró para irse directo a su recamara, pero se quedó quieto al oír una voz.

-¿Dónde vas? – sus ojos se abrieron, siendo presa del pánico. Se giró abruptamente y recibió un golpe en la cabeza que lo tiró al suelo. No tuvo tiempo de llorar ni de ver quienes lo agredían, solo divisó un par de sonrisas perversas antes de perder el aliento.


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-Parece que de nuevo han sido los mismos asesinos. –le comentó a su compañero, aunque en realidad se lo decía más a él mismo.

-Al parecer. Misma forma de asesinar y sobre todo se repite la historia. El chico que discute con sus padres y huye, pero luego es perseguido por un loco asesino hasta el bosque. El chico se esconde, vuelve a casa, piensa que ve a sus padres y en realidad son los asesinos. –movió su cabeza negativamente antes de suspirar – pobre joven, tenía un buen futuro por delante. Sobresaliente en su clase y magnifica persona.

Hongbin ya no escuchaba lo que decía Ken, se había perdido en sus pensamientos. Desde hacía tres meses que había empezado con el caso y todavía no tenían idea de quienes podrían ser los asesinos. Lo peor era que no podían predecir donde ocurriría porque pasaban en pueblos pequeños, donde todos se conocían y nada raro pasaba. Ya habían sido 9 casos y ninguno sin resolver.

-¿Cuál es el siguiente pueblo? – preguntó a la vez que observaba como se llevaban el cuerpo del chico que se encontraba sin cabeza.

-Es uno pequeño y está a unos 500 kilometros de aquí. ¿Piensas que podría ser el siguiente lugar?

-No lo sé, pero creo que es el único pueblo que hasta ahora no ha pasado nada malo o tal vez están esperando a que vayamos ahí. – suspiró y metió su mano dentro de sus bolsillos. Algo no cuadraba, pero se encargaría de descubrirlo tarde o temprano.


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-¡Esto es inaudito! – gritó furioso, tirando a propósito su tasa al suelo.

-No resolverás nada rompiendo todo a tu paso – respondió Jessica, cruzándose de brazos.

-Pero es que ya saben quienes fueron, ¡¿por qué no van por ellas?! – preguntó exasperado HyunJoong.

-Jess tiene razón, calmate de una vez – le dijo Jaejong.

-Sabemos quienes son, pero no vamos a buscarlas. Eso no está bien y me molesta. – objetó, sentándose furioso en su asiento.

-Votamos y fue por mayoría que lo decidimos así. – le interrumpió Jessica, intentando calmar su malhumor.

-Eso lo decís porque son tus protegidas. – le acusó.

-Soy la que esta a cargo de representarlas, así que sí, HyunJoong, yo las protejo. – le contestó ácidamente pero antes de que pudieran seguir su discusión, entró un joven a la gran sala del comité de magia y hechicería.

-Ocurrió otro asesinato. – los tres grandes maestros se miraron .

-Es el noveno y saben lo que significa. – habló HyunJoong con una sonrisa maléfica. Jessica bajó la mirada y Jaejong suspiró.

-Yunho, dile a la orden oscura que se preparen. Saldremos hoy en la noche para cumplir con nuestro deber.

El nombrado asintió y se retiró sin decir más. Jessica siguió los pasos de Yunho, estaba dispuesta a ganar un poco de tiempo porque ella presentía que esas chicas eran inocentes.


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-¿Chicas, alguna vio a TaeTae? – gritó una chica morocha que buscaba debajo de las camas a su conejo blanco.

-¡No! – le devolvió el grito la más pequeña. – Tal vez este en la sala. – le dijo apareciendo por la puerta de la habitación. - ¿No revisaste ahí?

-No, pero creo que tenes razón. – agradeció mientras se levantaba del suelo y se sacudía las manos.

-¡Esta acá en la sala! – se escuchó el grito de otro mujer, y las dos chicas bajaron hasta llegar a la sala.

-¡TaeTae! Te dije que no te fueras tan lejos – le regañó su dueña que ya tenía en brazos a su mascota.

En ese momento escucharon el timbre sonar, y no era muy común que por la mañana alguien fuera a visitarlas. La más grande se acercó hasta la puerta y la abrió, encontrándose con un hombre bajo y de alta galera.

-Buenas tardes, señorita Warg, vengo a entregarle una carta. – el pequeño hombresito le entregó un sobre negro con letras rojas y a pesar de que no tenía idea de su contenido, suponía lo que tenía dentro. Cuando iba a agradecerle, el hombresito había desaparecido sin decir más.

-Duendes. – susurró y suspiró antes de cerrar la puerta.

-¿Quién era? – preguntó intrigada la menor de las tres. Ahora la morocha estaba dándole de comer a su querido conejo pero aún así elevó la mirada hasta su amiga, notando su preocupación.

-Nos llegó una carta del comité. – mostró el sobre que mantenía en su mano derecha. – y estoy segura que no es nada bueno.


Magias cruzadas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora