Escribir, recordar, olvidar.

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Escribir te obliga a recordar. Recordar duele, escribir libera. Merece la pena hacerse daño una vez más,  porque será la última.  Es algo curioso. Cuando está plasmado en el papel, sale de tu cabeza. Sabes que lo tienes escrito, puedes usar tu cabeza para otras cosas.  El papel lo guardas, y día a día, en la rutina, sabes que tienes mejores cosas que hacer que buscarlo y leerlo. Y al final, se te olvida donde está,  pero ya habías olvidado casi del todo lo que había escrito. Puede ser que,  pasado un tiempo, haciendo limpieza, encuentres ese papel, ese recuerdo,  y te pares a leerlo, a lo mejor te emocionas,  te enfadas, te da alegría,  te hace gracia... Pero no te vas a quedar con ese papel, porque por algo estás haciendo limpieza, lo tirarás,  porque sabes que si alguna vez lo escribiste, fue para olvidarlo. Ya no lo tienes, y lo que has leído no se va a quedar en tu memoria para siempre. Mereció la pena hacerse daño esa última vez, porque en el momento en el que lo escribiste te liberó para toda la vida. Escribir para olvidar.

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