1HORA

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¿Cuántas canciones caben en una hora?

Existían un montón de cosas que a Hansol no le agradaban del transporte público. Una de entre tantas era que los asientos individuales del autobús siempre iban ocupados, por lo que le tocaba sentarse junto a alguien sí o sí.

Cuando corría suerte, se sentaba con alguien callado que le ignoraba. Pero como la vida no es tan linda, el ochenta por ciento de las ocasiones, su compañero o compañera eran o señores de edad que gustaban de quejarse de todo o personas que se quedaban desagradablemente dormidos (sobre él) o cualquier persona que creía de forma absurda que a Chwe Hansol le interesaba su vida.

El camino de su casa a su escuela era un recorrido directo en autobús de una hora, lo equivalente a dieciocho canciones en su playlist. Hansol pasaba dos veces al día por el mismo lugar, con los audífonos puestos y la mirada fija en el cristal de la ventana.

Era verano, la estación la que uno siente que se derrite, cuando su rutina silenciosa del transporte público se vio interrumpida. Él iba de regreso a casa y alguien tocó su hombro, llamando su atención.

Un muchacho alto de cabellos achocolatados y ojos redondos ligeramente rasgados, alto, no mucho mayor que él. Hansol enarcó una ceja al desconocido, preguntando qué se le ofrecía (aunque no estaba de humor como para ayudar a alguien). El sujeto desconocido movió sus labios, pero por el volumen de la música, Hansol no escuchó.

  — Puedes sentarte —respondió a la pregunta que obvió.

El larguirucho chico pareció confundido, sonrió divertido y negó con un mano, volviendo a hablar. Hansol, molesto, quitó uno de los auriculares de su oído.

— ¿Qué quieres?

— Dije que tienes pegada una nota en la espalda —respondió el castaño, riendo ligeramente—. No creo que de verdad quieras que alguien patee tu trasero.

Hansol abrió los ojos totalmente sorprendido. Se llevó una mano a la espalda donde, efectivamente, había un post-it  en forma de corazón con la leyenda "Patea mi trasero, por favor". Estúpido Seungcheol, pensó. ¿Cuántas calles había caminado con eso pegado a su espalda? 

Sintió la cara ruborizarse un poco, y cuando volvió la mirada al desconocido para justificar aquella bochornosa broma, se encontró con que el sujeto estaba bajando del autobús. Hansol se cubrió la cara y volvió a colocar el auricular en su lugar.

[...]

Dos semanas. Seguía siendo verano. Hansol seguía odiando el transporte público. Y el desconocido castaño repentinamente se integró a la rutina del autobús. 

Se subía en la canción cuatro de su playlist y bajaba en la número quince; así que cuando "Playback" de Kiggen comenzaba en sus audífonos, los ojos avellana de Hansol se movían inconscientemente hasta la entrada del camión, y no se despegaban de ahí hasta ver entrar al larguirucho muchacho.

El chico del post-it (como decidió apodarlo), nunca se sentaba. Ni aunque hubiese lugares desocupados lo hacía. Cuando la canción número seis comenzaba, el alto sacaba de su mochila un libro: estudiaba medicina o era un loco obsesivo de los libros de anatomía, pues siempre leía uno de ese tema. Tenía una linda sonrisa y sus gestos eran raramente tiernos. En la canción doce revisaba su celular. Todo a siempre a tiempo.

Hansol se estremeció violentamente en su lugar, ¿de verdad era tan creepy como para notar tantos detalles de un desconocido? Pero le era extrañamente inevitable ignorarle. 

[...]

Un día, cuando "It will rain" de Bruno Mars sonó en sus oídos (la pista número quince) y el desconocido castaño no bajó del autobús, Hansol frunció su ceño mientras veía por la ventana alejarse la parada del larguirucho.

Post-it. [MingSol]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora