Takuto Shindou

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Shindou era un niño de 7 años; su familia era de tener dinero, y eso pudo influir en que fuera bastante educado. Ese mismo día, había comenzado su primer día de colegio público, se había mudado a la ciudad Inazuma, y allí no había ninguno privado bueno cerca. El caso es que su madre se había transferido en el trabajo a esa ciudad.

El profesor presentó al nuevo alumno, y éste se sentó en una de las mesas de aquella clase. El ambiente, por ahora, era agradable. Los demás alumnos lo miraban con curiosidad, pero no dijeron nada, aunque algunos quicucheaban entre ellos, y el profesor les acababa llamando la atención. Shindou estaba un poco nervioso, y sólo se dirigía a mirar su libro, sin alzar la vista; aunque poco a poco, fue acostumbrándose.

En la hora del recreo, algunos de los nuevos compañeros se acercaron a Shindou para conocerlo un poco, pero para la sorpresa de éstos, fue que Shindou hablaba muy formadamente y de forma más avanzada que ellos, debido a su educación, y eso causó que pensaran que era raro y se alejaran. Claramente, Shindou no lo entendió. Uno de los niños de su nueva clase lo miraba, miraba a aquél niño de ojos rojos, castaño de pelo ondulado, Takuto Shindou.

En la vuelta a casa, se notó al pequeño niño algo desanimado. La madre no se atrevió a preguntarle, sabía que, al principio, podía costarle, pero tenía que acostumbrarse al cambio, no podía hacer nada.

Durante todos esos primeros días de clases en ese nuevo colegio, Shindou se las pasaba solo. Eso sí, siempre trabajaba y participaba en las preguntas de clase y en corregir en la pizarra. Era un estudiante de élite para su clase, ya que todos los demás eran todo lo contrario. Algunos empezaban a meterse con él por el hecho de que fuera tan estudioso y tan educado, y eso él no lo entendía y le hacía sentir fatal. Shindou era bastante sensible, y en muchos casos se echaba a llorar, lo que causaba la risa de algunos, y la pena de otros. No lo podía evitar.

Su niñera venía a recogerle al colegio, ya que sus padres trabajaban. La niñera le hacía la merienda, mientras él hacía sus deberes. Y después de un rato, venía el profesor de piano para darle clases; y así todos los días.

Un día, en el recreo, tras salir de clase, Shindou fue acorralado por unos niños de su clase para reírse de él. Le quitaron la mochila y esparcieron sus cosas por el suelo, y las patearon. Se comieron su almuerzo, y destrozaron la partitura que sostenía anteriormente en las manos. Shindou se echó a llorar, cabreado, e intentó contraatacar por la rabia, pero sólo consiguió que le empujaran contra una pared y le empezaran a pegar. Shindou se encogió en el suelo, intentando protegerse, y los niños le daban patadas, y uno de ellos le tiró la mochila vacía encima. Aquellas risas de burla le hacían rabiar, pero no podía hacer nada. Entonces, escuchó unos golpes, pero no hacia él. Se destapó la cara, con algo de miedo, y abrió los ojos para ver. Había un chico de pelo rosa, con dos coletas que caían tras sus hombros, de grandes ojos azules delante de él, sonriendo. Los niños de antes se habían ido, ¿qué había hecho? El apuesto chico le extendió una mano. Ahora que lo pensaba, era un chico de su clase. Era el que lo miraba el primer día.

—¿Estás bien?–preguntó el ojiazul, mientras el de pelo castaño se levantaba con su ayuda.

—S-sí. . . Gracias.–contestó, ahora secándose las lágrimas que aún resbalaban por sus mejillas. El de pelo rosa recogió sus cosas y las guardó en la mochila.

—No, no las des. Siento no haberte ayudado antes.–Ahora recogió los trozos de la partitura, y se las mostró.—Se ha roto. . Si quieres, luego la arreglamos.–Miró curioso algún que otro trozo, y se las guardó.

Shindou estaba un poco avergonzado, y no sabía qué decir, además de asentir. Sonrió un poco, mientras se sorbía los mocos. El pelirrosa le prestó un pañelo, no sin antes soltar una leve carcajada, sonriendo. Luego lo agarró de forma suave por la muñeca, y lo invitó a ir a sentarse a un banco del patio. Shindou asintió.

Ya sentados, el pelirrosa sacó su almuerzo, y recordando que el otro se había quedado sin, le ofreció la mitad del suyo con mucho gusto. Shindou pareció dudar, pero acabó aceptando tras la insistencia del otro. Después, pasaron a presentarse; ya sabían sus nombres por escucharlo de otros o por el profesor, pero no era lo mismo que decirlo de tú a tú.

—Me llamo Kirino, Ranmaru Kirino. Tú eres Takuto Shindou, ¿no?

—Sí. . . Gracias por lo de hoy, Kirino.

Kirino sonrió de nuevo, y entonces, el timbre que anunciaba la vuelta a clase, sonó.

Desde ese día, Kirino y Shindou empezaron a quedar y pasar tiempo juntos. Shindou le mostró lo que sabía de música, ya que era un gran virtuoso; y Kirino le enseñó a jugar al fútbol.

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⏰ Última actualización: Jun 08, 2016 ⏰

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El timbre que anunciaba la vuelta a clase. (Inazuma Eleven, Takuto Shindou) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora