0 - Palabras de la Muerte

48 1 3
                                    

<<26 de mayo 3:34 pm Calvin Ford 76 años>> eso fue lo que leyó la Muerte en aquel viejo pergamino arrugado que sostenía con su huesuda mano lamentando haberlo hecho. Calvin le había agradado. Empezó a recordar la vida de aquel hombre envejecido. A pesar de haber pasado por una infancia llena de dolor la cual transcurría casi en su totalidad en  diferentes orfanatos él aún a esa edad tenía su inocencia intacta...bueno...hasta que llegó a la adolescencia. Cuando alcanzó la edad de 15 años escapó del orfanato para adentrarse en las calles de una ciudad solitaria. Juró no volver a ese lugar. Preferiría llegar a morirse de hambre en los callejones como los vagabundos que volver de nuevo a un un lugar en donde se encariñe con la gente para que luego lo transfieran a otro diferente, alimentando así aquel circulo vicioso.

La Muerte se incorporó de la silla saliendo así de aquel limbo de recuerdos ajenos y caminó hacia una doble puerta gigante. Se notaba envejecida la madera de la que estaba hecha, las bisagras estaban oxidadas y había montones de rajaduras por ambas partes, como si unas manos hubiesen rasguñado la superficie. Se dispuso a abrirla para dejar escapar aquel cegador brillo blanco que impregnaba todo su oscuro cuarto y finalmente entró. Para así cumplir su deber.

Se encontró  en un jardín clásico. Sus pies acariciaron el roce de las ramas del césped que rodeaba aquel terreno. Caminó hasta encontrarse a una cerca pequeña de madera la cual atravesó tal cual fantasma. Siguió hasta llegar a la puerta. Algo no le permitía entrar, no sabía que era pero lo sentía correr por todo su cuerpo. Ese sentido se manifestó al ver el cartel con el nombre de la familia a la que pertenecía la casa. "Familia Ford". Se quedó allí por unos segundos luego volteó y observó 2 mecedoras de caoba que reposaban en el piso de madera del patio del frente. Se volvió y se sentó en una de ellas fijando su vista en la puerta, como esperando a que alguien saliera de allí para sentarse junto a ella y conversar. 


Calvin se despertó fatigado y sudado en su vieja cama a causa de una pesadilla que albergaba en sus sueños la cual lo atormentaba desde hacía 2 semanas antes. Se levantó y caminó hacia el baño. Miró su reflejo en el espejo. Ya estaba viejo. Los músculos que tenia en su juventud habían desaparecido dejando en su lugar unos sacos flácidos de carne. Observó su cara, la cual tenía por naturaleza un ceño fruncido el cual le costó hacer amigos con facilidad hace unas décadas atrás. Giró la pequeña manija y tomó un poco de agua que salía por el tubo metalizado pegado al lavamanos bajo el cristal reflector y se la echó en la cara. Se secó con su toalla y volvió a su habitación.

Abrió las puertas del armario y rebuscó entre los ganchos una camisa medio decente para ponerse. Ya vestido salió en dirección a la cocina y buscó su almuerzo guardado en el refrigerador. lo sacó y lo calentó rápidamente en el microondas para luego sentarse en la silla junto a la mesa a comerlo. —Después de tantos años, Sharleene sigue siendo una excelente cocinera.—pensaba Calvin mientras comía con apuro bocado tras bocado. Fue el bocado lleno de zanahoria lo que se le atoró en la garganta. Calvin se sorprendió. Se incorporó dejando la silla en el suelo mientras sus manos se encontraban rodeando su cuello. Su cara se puso roja a los segundos. El atraganto lo tenía con desespero mientras sus pulmones buscaban oxigeno en vano. Tambaleándose caminó hacia el refrigerador y busco un vaso de agua. Se lo llevó a la boca pero no lograba pasar. Ya a punto de desmayarse se tiró al suelo bocabajo pensando en rendirse.

 Mientras caía sus recuerdos pasaron por su mente tal cual cascada que cae al río. Rememoró su infancia, su adolescencia hasta que llegó a la edad adulta, donde por culpa de la necesidad se había convertido en un criminal lo que lo llevó a pasar 10 años en la cárcel. Recordó como lo golpeaban por diversión, como le quitaban la comida lo cual lo dejó mas delgado de lo usual. Al cumplir la condena y salir de aquel tormento, Calvin con ya casi 30 años encontró el amor. Era una mujer hermosa, su nombre era Sharleene y ella estaba perdidamente enamorada de él tal cual adolescentes en pleno desarrollo hormonal. ambos se amaban mucho y Calvin encontró el apoyo que necesitaba para dejar atrás su pasado tormentoso. Se casaron a los 3 años de noviazgo. Calvin recordó el día en que su hija nació. Era uno como cualquier otro, Sharleene ya tenía 8 meses de embarazo. Mientras el recortaba y lijaba las sillas en la sala escuchó el grito de su mujer y unos golpes provenientes de las escaleras y supuso lo peor. Encontró a Sharleene al final de las escaleras desmayada con un chorro de sangre saliendo le de sus piernas. llamó a la ambulancia y llegaron a los minutos. 

Calvin estaba muy desesperado e impaciente por que alguien saliera de la habitación del quirófano para darle la buena noticia. Pero todo resultó igual de doloroso. El medico salió de la habitación y le contó que el bebé que había nacido era una niña. Calvin sonrió pero su sonrisa solo duro unos segundos porque observó la cara de tristeza del medico. —¿Cómo está mi esposa, doctor?—dijo con angustia. El médico hizo girar su cabeza en signo de reprobación. Calvin pensaba que su vida ya no tenia sentido si no estaba con la mujer que amaba. Era todo lo que lo mantenía de pie cada mañana. Pensó en irse del hospital pero esa idea se desvaneció al ver a la enfermera llegar junto a él con un bebé en los brazos. —Aquí esta su hija señor Ford—dijo la enfermera.—Es una bella y sana niña.

El hombre se sobresaltó. ¡Era Igual a  Sharleene! Calvin no lo podía creer, el parecido era exacto, ya que antes había visto fotos de su esposa cuando era bebé. Por esa razón la llamó tal cual como su madre. Era el día mas triste y feliz de su vida. 

Luego la nube de recuerdos se interrumpió. Al volver de nuevo al mundo real. El mundo en el que estaba a punto de morir.

Cuando chocó contra la madera sintió un pequeño alivio que le recorría la garganta. Esto hizo que Calvin se sorprendiera, Con todas sus fuerzas se levantó sobre sus brazos como si estuviera haciendo flexiones y se dejo caer nuevamente. Lo siguió repitiendo hasta que la maniobra le funcionó dejando salir por la boca aquel cúmulo de zanahoria y arroz que se había atorado en su laringe. Tosió varias veces mientras sus pulmones agradecían el aire que los llenaba. Se levantó recogió su silla y se sentó descansando un poco. —Ni la muerte pudo con este vejestorio— se dijo a si mismo, mientras terminaba su plato como si nada hubiese pasado. Al terminar lavó su plato y se dirigió a la puerta principal. La abrió y caminó hacia el patio de enfrente para luego sentarse en una de sus 2 mecedoras. Se sentía raro. El ambiente notaba que alguien estaba cerca suyo observándolo pero no podía lograr verlo. Miró su viejo reloj << 3:38 pm>>. Su hija a esa hora estaría trabajando.


La Muerte sentada junto a Ford, empezaba a sentirse débil. Sabía lo que pasaba. Sabía que al hacer que Calvin no muriera a causa del atraganta miento como se había previsto ella desaparecería. Para siempre. Y no lo soportaba, no podía dejar que Calvin muriera después de todo lo que pasó, morirse de ahogo no era digno de alguien como él, de alguien con sus dificultades. Así que hizo lo que tenía prohibido hacer. Romper la única regla que tenía.

Sus pensamientos estaban fuera de órbita. No por el hecho de haber presenciado de nuevo los recuerdos de Calvin sino también por ese nuevo sentimiento que ya se había manifestado desde hace rato. Fue ese sentimiento desconocido lo que le causó el peor de todos los destinos para alguien como ella. No tuvo la oportunidad de vivir pero desgraciadamente sentiría lo que es morir.

Se levantó, se despidió de Ford aún sabiendo que el no lo notaría y volvió caminando a la doble puerta para pasar a través de ella y encontrarse de nuevo en su cuarto repleto de oscuridad. Sus huesos empezaban a deshacerse. Se sentó en su silla y saco de un rincón un cuaderno de cuero. Lo abrió y empezó a escribir. —Éstas serán las primeras y últimas palabras de la Muerte.—se dijo para sí misma mientras sostenía la pluma entintada.


Palabras De La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora