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De repente, se miran fijamente. Él, como hipnotizado. Ella, como a punto de vomitar. Cualquiera puede notar que no quiere estar ahí, y que el hecho de que él se acerque a besarla no mejora en nada esa sensación de fastidio respecto a todo. El beso es demasiado lento, como si para él el tiempo hubiese parado y sus labios estuvieran atascados con él. Claramente, ella prefiere los clásicos besos franceses. Y, considerando el hecho de que ella estaba evitando esto hace más de dos horas, decide simplemente distraerse con las ecuaciones que aprendió en las últimas clases mientras se termina.

Y vaya que se tarda en terminar. 

Cuando sus labios se separan, ella mira el reloj, y como mandado por un ángel, su celular suena. Es tiempo de irse. Con fingida tristeza se despide, y sale corriendo por la puerta. El bus pasa unos 15 minutos después. Contesta su celular, y le comenta a la persona en la otra línea lo mucho que agradece su llamada. 

- Las cosas con Diego no salieron como planeaba. - Comenta, mientras intenta sacudirse el recuerdo de sus manos en su cintura.

- ¿Acaso no ibas a decirle, gentilmente, que estabas cansada de él? - Pregunta Manuel, su amigo más cercano. Se conocen desde años atrás, gracias a su fanatismo por sagas de las cuales hoy sólo quedan burlas. Se arrepienten de gran parte de eso, sin embargo agradecen el conocerse.

- Eso intentaba, hasta que me metió la lengua en los pulmones. - Se muerde las uñas, intentando canalizar la impotencia que le causa no poder mirarlo a la cara y decirle "No más".

Manuel se ríe mientras resuelve por añadir: - Tienes que dejar de ser buena persona, Lenay. Mira dónde te ha llevado.

Intenta no responder de mala manera, a pesar de que no se siente buena persona cuando se trata de... bueno, de nada. Antes de responder, intenta recordar el tiempo en el que Diego era soportable, e incluso atractivo.  Sin embargo, y gracias tanto a la incapacidad de él para entender indirectas, como a la personalidad tan desapegada a todo y todos de ella, todo se fue abajo. Estaba planeado que, antes de acabarse el día, ella le aclarara que ya no quiere nada con él; sin embargo, ¿cómo ser tan cruel con alguien que sólo quiere verla sonreír? Se recuerda a sí misma que debe hacerlo, sin importar nada, y desea simplemente poder escribirle un texto en vez de tener que explicarle todo el lío.

- Tienes, como casi siempre, mucha razón en eso- Concluye. Se despiden, cuelga el teléfono, y comienza a organizar el resto de su día entre estudios y descanso. Las vacaciones son demasiado largas como para no hacer nada académico, y ella no planea gastar su tiempo sin hacer nada. Voltea la cabeza hacia la ventana, pone algo de música y se sumerge en la melodía. Deja caer una lágrima, quizá, por lástima propia, aunque no se atreva a admitirlo. Contempla la ciudad que la vio nacer, crecer y convertirse, poco a poco, en quien era. Definitivamente, aunque la capital fuese algo increíble, y disfrutase mucho de su universidad, su carrera y su vida allá, nada se comparaba con estar ahí y dejar de extrañar la sensación de que todo cae en su lugar.

Siente que, tal vez, necesitaba estar en casa más de lo que pensaba.

-

Alex camina tranquilamente por las mismas calles cada día (a excepción de los fines de semana, claro). Estando allí, no aparenta ser una persona tan tímida y cerrada como realmente es, mientras va sonriendo y haciendo gestos hacia las caras familiares: el niño esperando a su madre para llegar a la escuela, la abuela con bolsas debajo de las costillas y un sombrero púrpura, el gato de pelaje grisáceo que se columpia como un profesional por el alumbrado. Estas calles, llenas de valores y principios que para Alex son importantes, y que lo han llevado justo donde quiere estar. 

Tras voltear en la última calle antes de llegar a su oficina, pasa por uno de sus cafés preferidos; ¿la razón? Sirven café colombiano, y Alex, como recién graduado y siendo alguien cuyo fuerte no es la puntualidad, conoce bien la bendición del café colombiano hacia el mundo en estos tiempos, donde el tiempo no parece ser suficiente nunca. Entra, pide un Latte, y se va en dirección a su destino. En el elevador, observa su reflejo y se pregunta qué tan él tiene que dejar de verse para poder ser él mismo. Intenta sacudir esa idea de sus pensamientos, y para el final de un día lleno de reuniones con socios internacionales, relaciones costo-beneficio e ideas respecto al nuevo proyecto en mente, esa idea ya se ha ido. 

Al final del día, mientras el sol cae y la ciudad de la luz se viste triunfante, caminando hacia su apartamento, ubicado - por suerte - relativamente cerca a su oficina, Alex piensa en los estereotipos, y en lo compleja de la idea de generalizar el comportamiento de una persona respecto a otro alguien con cosas en común. Piensa en la mujer Venezolana de Inventarios, y en cómo los hombres la observan como un objeto cuando entrega los informes en las reuniones, a pesar de que, en su opinión, no es muy atractiva. Quiere entender, porque cuando él entiende algo, sonríe como si el secreto del universo fuese susurrado en su oreja, o como si alguien le hiciera cosquillas detrás del cuello.

Quiere, ante todo, dejar de ser el estereotipo de sí mismo.

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⏰ Última actualización: Jun 09, 2016 ⏰

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Finding Alex. (inspirada en una historia pseudo-real) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora