Child of the fire Storm

El comienzo de un nuevo mundo Parte 1

-Disculpas-

¿Hola cómo están, Están todos atentos? Bueno perdonarme he tenido tantos problemas con esta historia pero ahora lo he resuelto. Espero que os guste, primeramente esta historia se inicia así.

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Hace mucho tiempo había unos monjes que creaban dioses cada 3 años, con las lágrimas de un animal mitológico y un bebé recién nacido. Esto fue realizado para poder contrarrestar el gran Apocalipsis que se produciría por la caída de una lluvia de estrellas que sacudiría la tierra, como profetizaban los antiguos textos de sus antepasados. Por desgracia esas tradiciones si ha ido perdiendo con el tiempo... eso creían todos. Tres monjes habían bebido la poción de la vida eterna para continuar esa dicha tradición. Se les llamaba los hombres de plata.

El año de 1995 nacieron 6 niños, cada uno con diferentes destinos. El nacimiento de uno de ellos ha sido muy particular... Una noche de luna llena a que iluminaba una mujer en la iglesia golpeando con mucha desesperación y pidiendo ayuda, una monja le dejó pasar y le preguntó que le sucede y en que le puede ayudar. La mujer le mostró su bebé mientras la monja observaba detenidamente el aspecto de ella, quien estaba empapada de sudor y manchada de color carmín oscuro. La monja llamó sus hermanas ante la alarmante situación, sin embargo, mientras ellas llegaban, la mujer murió trágicamente, aun con su hijo en los brazos, pero dio su último aliento pronunciando un nombre

Thomas...

Las monjas pensaron mucho que hacer con el niño... Una de ellas les dice que podían cuidarlo, pero eso no era probable, ya que el cuidado de un niño requería mucho trabajo. Una de ellas, la mayor del grupo, les dijo que los hombres de plata podrían ayudar, así lo hicieron.

Los monjes recibieron una carta y el bebe. Uno de ellos, con un aspecto afectivo, cogió con mucho cuidado al bebé. El dijo que le trajeran un poco de agua a sus ayudantes, quienes se la dieron en un instante. El monje les dio las gracias y, de manera consecutiva, le hizo beber solo una gota de agua bendita al niño. El hombre que sostenía al bebe se llamaba Pavel.

Basta con una sola gota de esta agua - Comentó Pavel - Esto le dará vitalidad al niño.

Un hombre de apariencia seria le hablo.

Pavel - Dijo Marshall - ¿Podrías mirar su destino?

Por supuesto Marshall - Respondió Pavel amablemente - M... Maravilloso, ¡este niño es único!

Vamos Pavel - Contestó otro monje llamado Albert - Eso dices sobre todos los niños a los que les has mirado su destino... Jajaja, ¿podrías ser más específico?

Hay que usar las del pájaro de fuego - Dijo Pavel seriamente.

¡Espera un momento! - Exclamó Marshall nervioso - ¡Estás hablando de las lágrimas del fénix!, ¿Estás seguro?

Si - Afirmaba Pavel con seguridad - Este niño será el que cure, proteja y guíe a las personas por un camino mejor.

Pero si él no consigue controlar las llamas seria un peligro público - Advirtió Marshall - ¿Estás seguro?

¡Totalmente seguro! - Respondió Pavel con firmeza.

Bueno - Dijo Marshall - De todas formas lo tendremos bajo vigilancia.

Ya decidido, los mojes empezaron el ritual. Se encontraban en una sala circular, las paredes tenían librerías sin libros, pero repletas de frascos y pergaminos gastados. En el centro tenia una mesa de forma similar a la de la sala y un dibujo de estrella con escritura antigua a su alrededor.

Dejaron el niño el medio del dibujo, mientras ellos comenzaron a recitar un encanto. Las velas en ese momento se encendieron, luego uno de ellos cogió el frasco con el líquido, derramándole unas gotas en sus ojos. El niño comenzó a llorar inmediatamente, mientras una llamarada envolvió al niño por unos segundos para posteriormente esfumarse. Cuando el niño volvió a abrir sus ojos, estos cambiaron de color a un rojo esmeralda, dejando impresionados a los monjes ante tal poder. Rápidamente los hombres de plata mandaron al niño en manos de un portador, cuya misión era que el niño estuviera a salvo, llevándolo hacia un internado para personas con ese tipo de habilidades, donde cuidarían de él.

El individuo cruzaba a través de una violenta tormenta de nieve, la cual dificultaba el paso imponente debido a la potencia del viento y el resbaladizo suelo. El tortuoso camino los llevó a una peligrosa curva que rodeaba un pequeño monte de donde provino un espantoso ruido que alteró al caballo. La razón era que una gran avalancha se acercaba, fria y cruel hacia ellos, por lo que intentaron escapar de esa situación, sin embargo esta los alcanzó,haciendo que el caballo se cayera, soltando a su jinete.

El jinete logró agarrar y proteger al bebé, mientras rodaba por los suelos, rompiéndose el brazo derecho, del cual brotaba un grueso hilo de sangre tiñendo el piso completamente de rojo. Sus costillas también sufrieron de aquel golpe, rompiéndose algunas de estas, pero el niño habría salido sin lesiones, lo cual alegró en gran manera a su portador, quien se retorcía del dolor. Era inútil seguir el camino hacia el internado especial, sin embargo se dió cuenta de que a un lado del monte existía un orfanato, donde tal vez le alcanzarían las fuerzas para llegar, antes que la hemorragia le arrebatara la vida. arrastrándose a pesar del dolor, dejando un largo rastro sangre, y aunque ya le quedaba poco para llegar, su vista se nublaba y los sonidos del viento se hacían cada vez mas lejanos.

Al fin logró golpear la puerta del orfanato, de donde salió una mujer de rostro amable, quien miró horrorizada tan dramática escena. El portador sacó del bolsillo de la camisa una carta, que al parecer provenía de los monjes que le encargaron la misión, para posteriormente, entregar el pequeño bulto que traía en su brazo izquierdo, perdiendo así su vida. La mujer se dío cuenta que ese bulto era un niño, por lo que fue al interior del lugar y le preparó un lugar para que pudiera dormir, mientras lo mecía para calmar su llanto. Luego de que el niño durmiera, ella habló con sus colegas para que llevaran el cuerpo de aquel individuo a la iglesia que se encontraba cerca, para que luego entregaran la fatídica noticia del sacrificio de ese honorable hombre, que pudó desafiar al crudo invierno.

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