No era que no quisiera darle pase a su vida a Kellan. No era que no deseara su apoyo. El verdadero problema radicaba
en que no sabía si su mejor amigo lo veía del mismo modo en que él lo hacía. Sí, típico. Pero no quería convertirse en una carga para ese muchacho de mirada alegre y sonrisa jodidamente encantadora.¡Por Dios! ¡Era su amigo! Era la persona que más estuvo ahí cuando el maldito que sólo le usó se fue. Él era su brillo de luz entre tanta oscuridad.
— ¿Por qué lloras? —preguntó un chico de mirada azulada.
Iba saliendo de su práctica de baloncesto, ya era muy tarde y se le hacía extremadamente raro que siquiera algún alma anduviera por los pasillos de esa enorme escuela. Entonces apareció un pequeño muchacho que a prisa bajaba las escaleras, sin percatarse de su presencia se soltó en un llanto por demás lastimero sentándose bruscamente al final de estas. No lo conocía pero le dolía verlo así.
Con unas marcas rojas bordeando esas iris color turquesa levantó su rostro decaído de entre sus brazos a la repentina voz que interrumpía su desahogo.
—Quiero estar solo —sollozó con voz cortada.
Normalmente él no era irrespetuoso con las demás personas, pero en ese momento no le importaría si el mismísimo presidente se le aparecía, contestaría del mismo modo.
—Pero no es muy bonito que una persona esté llorando en soledad... ¿Quieres que te acompañe?
Le miró con recelo pero no contestó, el otro lo interpretó como que podía hacer lo que quisiera.
Caminó por el pasillo hasta que detuvo en una maquina de dulces, metió un billete, presionó un botón y hasta que obtuvo una barra de chocolate regresó a donde aquel chico de mirada triste.
—Mi nombre es Kellan, estoy a punto de cumplir mi mayoría de edad, tengo una hermana que en unos meses ya ha de entrar a la uni, creo que vendrá a esta misma... Está bien si no quieres hablar —en realidad él no se detenía con su presentación no exigida como para darle chance al otro de responder algo, pero estaba bien porque no tenía ni las mínimas ganas para hablar—, yo te haré compañía —. Y así lo hizo, hasta que el otro pequeño desconocido después de unos minutos más tarde se calmó, en lo que se calmaba él seguía hablando—. Ya casi es de noche, ¿quieres que te lleve a tu casita? —el desconocido de momento le respondió con un sollozo—. Bueno, si no quieres, o no..., tienes un... Te puedo dejar quedarte en mi casa, o si el problema es que no quieres que yo sepa dónde vives porque crees que te voy a robar o algo, te dejaré cerca y prometo que no te seguiré.
Lo siguiente que pasó fue que cada día le buscaba para tratar de sacarle algo, apenas y sabía su nombre y eso porque una compañera le gritó para después llevárselo. Al cabo de dos semanas el muchacho ya le hablaba, tímidamente pero lo hacía...
Evan no podía evitar que los mareos, los vómitos y los antojos fueran base de los síntomas de un embarazo, por ello se vio obligado a inventar excusas que cada día se volvían débiles mentiras. Kellan se preocupaba por él, decidió entonces que quisiera o no el otro muchacho, lo llevaría con un doctor.
—Te aseguro que estoy bien —no lo estaba—, es una simple infección estomacal —claro, una infección con cuerpo de bebé.
—¡Estás pálido Ev! —le reprendió frustrado en un grito en medio del pasillo, se acercaba el cambio de clase. Las miradas no hicieron falta al escuchar que el supuesto chico más alegre del instituto soltaba una queja con un tono verdaderamente molesto.
Por lo cual mejor se retiraron a hablar a un lugar más privado.
—Seguro que es por la deshidratación —trató de defenderse—, y ya estoy tomando más agua —bebió de la botella para hacer énfasis a lo que había dicho—. ¿Lo ves?
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Kellan. [concurso Lemon]
Historia CortaEvan tiene una única meta impuesta por el momento: terminar sus estudios para poder mantenerse a él y a su pequeño hijo. Kellan es el mejor amigo de Evan, y ¡dioses! ¿Quién no se enamoraría de él? Media escuela lo está. Todos tenemos secretos, Kel...