En llamas, Suzanne Collins.

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-Saber apreciar la belleza no es lo mismo que sentir debilidad -señala Peeta-.

Gale es mío. Yo soy suya. Cualquier otra cosa resulta impensable. ¿Por qué ha hecho falta que lo golpeen hasta casi matarlo para que me dé cuenta?

-¿Peeta, ¿por qué nunca sé cuando tienes una pesadilla?

-Ni idea. Creo que yo no grito, ni me muevo, ni nada. Simplemente me despierto paralizado de terror.

-Deberías despertarme -le digo, porque yo interrumpo su sueño dos o tres veces cuando tengo una noche mala hasta que logra calmarme de nuevo.

-No hace falta, mis pesadillas suelen ser sobre perderte, así que se me pasa cuando me doy cuenta de que estás a mi lado. - Peeta y Katniss.

Después de todo el tiempo que había pasado con Gale, de observar cómo hablaba, se reía y fruncía el ceño, cabría esperar que supiese todo lo que había que saber de sus labios. Sin embargo, no me había imaginado el calor que desprendían al unirse a los míos. Ni que aquellas manos, las manos que podían montar la más intrincada de las trampas, también pudieran atraparme a mí con la misma facilidad. - Katniss.

-Te creo. Da igual, tu estilista resultó ser profético en su elección de vestuario. Katniss Everdeen, la chica en llamas, ha encendido una chispa que, si no se apaga, podría crecer hasta convertirse en el incendio que destruya Panem.

-¿Por qué no me mata y ya está? -le digo.

-¿En público? Eso no haría más que añadir combustible a las llamas. - Presidente Snow y Katniss.

A última hora de la tarde, tumbada con la cabeza sobre el regazo de Peeta, hago una corona de flores mientras él juguetea con mi pelo; de repente, se queda quieto.

-¿Qué? -pregunto.

-Ojala pudiera congelar este momento, ahora mismo, aquí mismo, y vivir en él para siempre. - Peeta y Katniss.

He besado a Peeta unas mil veces, tanto en los juegos como después, pero solo hubo un beso que despertara un cosquilleo en mi interior, sólo un beso que me ha hecho desear más. […]

Creía que era una experta en hambre, pero se trata de un hambre completamente distinto. - Katniss.

-En realidad, a mí no me necesita nadie -afirma, aunque sin compadecerse. […]

Me doy cuenta de que sólo una persona quedará herida sin remedio si Peeta muere: yo.

-Yo -respondo-, yo te necesito. - Peeta y Katniss.

A última hora de la tarde, tumbada con la cabeza sobre el regazo de Peeta, hago una corona de flores mientras él juguetea con mi pelo; de repente, se queda quieto.

-¿Qué? -pregunto.

-Ojala pudiera congelar este momento, ahora mismo, aquí mismo, y vivir en él para siempre. - Peeta y Katniss.

No, más que eso, somos los trágicos amantes del Distrito 12, los que han sufrido tanto y han disfrutado tan poco de la recompensa de su victoria, los que no buscan el favor de los admiradores, ni los agasajan con sonrisas, ni aceptan sus besos. No perdonamos. Y me encanta. Por fin soy yo misma. - Katniss.

-Saber apreciar la belleza no es lo mismo que sentir debilidad -señala Peeta-. - Peeta.

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{Si no haz leído el libro, ALERTA SPOILER}

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