Me he despertado, el puto sol me ha dado en toda la cara. Mi madre había abierto la ventana de par en par antes de irse.
Odio el sol y el calor; todo eso me recuerda que ya empieza la época de bikinis, y yo ya hace dos años que no piso una playa ni que me baño en una piscina.
El único agua que va a haber en mi piel este verano va a ser en la ducha, que por cierto, ya son las 11h, deberia levantarme y ducharme.
-¿Dónde habré metido yo la cuchilla? -susurro para mi mientras veo un castillo de juguete de Casper de cuando era pequeña. Está en la estanteria, así que cojo una silla y me subo, le doy la vuelta a una de las torres del castillo y zas, ahí está.Sí, me corto, pero no es algo de lo que este totalmente orgullosa. Preferiria no tener que hacerlo, pero las circunstancias en las que vivo no me dejan otra.
Me dirijo a la ducha, ya envuelta en la toalla roja. Me gusta esa toalla, es de mi color favorito, un color hermoso, y cuando salgo de la ducha puedo limpiarme la sangre sin que luego se note.
Ya bajo el chorro de la alcachofa, me pongo a pensar en por que me siento como me siento y hago el primer corte, en la pierna. En el brazo ya dejaron de doler y en la pierna los hago mas profundos. Me gusta la sangre, tambien es roja, ¿tendré una obsesión por el rojo? Puede, pero me la suda.
Hago el segundo corte, este mas profundo y asi sigo hasta el quinto corte, pero paro por que oigo el timbre.
¿Quien coño será? No espero a nadie. Tal vez... No. No puede ser.
Salgo de la ducha me envuelvo con la toalla, y me acerco al telefonillo.
-Si? -pregunto con una mezcla de miedo e intriga.
-Que tal princesa, me abres? -Esa voz, grave y sexy a la vez, es imposible no reconocerla. Si puede ser, es él.