Observo por la ventana de mi mente a mis demonios, saludando con recibimiento mi despedida, mi partida a tierras desconocidas dentro de mí mismo, mundos fantásticos que solo podrían vivir en mi mente, después de todo la perfección es la base de la imaginación, escalo peldaños invisibles hacia un cielo sin estrellas, un vacío sideral hecho a medida para ser lo que quieras que sea, de pronto me encuentro nadando en los mares de mi cordura, navegando por arrecifes de la razón, sumergido en las leyes físicas que mi mente moldea y deshace a control puro; transito por pasillos grises de mi indecencia, las ideas pasan como rayos de colores, tan rápidos que hacen ademán de ser intangibles, pero fui emboscado por un halo de mi propia soberbia; un recuerdo me golpea, el espesor de sus labios, la profundidad de su mirada, nuestras respiraciones agitadas, los corazones acelerados, y el deseo desbordando por cada poro de la piel, no llego a ver su rostro pero sé que es ella, y cuando mi mano toca su mejilla en una suave caricia, se deshace como ceniza; de pronto ya no estoy en mi memoria, sino en mi imaginación, vagando en un lago donde yacen estrellas caídas del cielo, como almas que se sostienen de un pequeño hilo de vida, y terminan por caer al abismo, con un sencillo soplo de viento, al levantar la vista puedo ver el cielo brillar como el día pero sin sol a simple vista, los tonos de colores cálidos que se trazan como pinceladas desesperadas sobre un lienzo blanco, y al horizonte, un valle de montañas, alzándose entre estas una de las más majestuosas que podría soñar, tan alta como una escalera al cielo, con una imponencia irreal y casi celestial, un bosque protegía el sendero hacia la montaña, un bosque que emanaba sentimientos de todas las clases, árboles de hojas moradas, rosadas, azules, verdes, y demás, toda clase de frutos creciendo de sus ramas, y en sus profundidades, criaturas sin conocer ni descubrir, tan maravillosas como el mundo en el que habitan... la ilusión no duró mucho; todo se volvió frío, seco y oscuro, como lo fue alguna vez mi corazón, las hojas marchitas yacían en el suelo, y las tormentas estaban a la par de cada esquina, rayos y centellas adornando el cielo y la tierra, y el mar tomó un color verde veneno, como el que bebería sólo quien tiene el alma tan corrompida como para temerle más a la vida que a la muerte, del cielo caía la lluvia, y esta tenía la temperatura de un tempano de hielo, y entonces comprendí...ese valle tan hermoso, ese lago cristalino, ese bosque colorido, fue antes éste fin, el fin es sólo el comienzo, este fue mi fin, y lo anterior, debe ser mi comienzo...
