"Todos los incurables tienen cura... cinco segundos antes de la muerte"
Terminé de darle un mordisco a mi manzana que estuvo satisfaciendo mi apetito mientras me dedicaba a leer. Dejándola a un costado de la mesa sin importancia alguna, cerré ese bello libro de poesía que ya llegó a su última hoja.
Incliné la silla para levantarme a tomar algo de agua, pues el libro era algo largo, pero muy entretenido, ni mi propia sed me distraía.
Ya conforme, regresé a mi antiguo lugar para saber un poco más de lo que estuve leyendo, cada palabra escrita en esas hojas me dejaron pensando.
Sin embargo, al acercarme presentí que algo había cambiado; que algo no estaba como yo lo había dejado.
El libro estaba abierto, y justo en la última hoja, donde se explicaba aquella intimidante frase sobre los últimos segundos. Fruncí el ceño, caminando hacia la mesa. Estaba dudoso, pero no inseguro.
Lo cerré con demasiada velocidad, tanto que se escuchó un ruidoso golpe.Sin dejar de dudar, observé el lado izquierdo del escritorio donde dejé la fruta que estaba comiendo, mi manzana ya no estaba.
Fue ahí cuando sentí cómo caía la esperada gota de sudor hasta el final de mi frente. Me encontraba nervioso, jodidamente nervioso. Algo estaba mal... y yo sabía muy bien qué.
-¿Quieres jugar conmigo?-. Se escuchó una dulce voz detrás mío.
Giré desesperado. Las gotas de sudor no paraban de caer. Miré alocadamente hacia todas las esquinas de la habitación. Exactamente ahí fue cuando vi a una niña...
No, no "una niña".
ESA niña. Esa niña que vestía ESE vestido rosa pastel, que llevaba ESE pelo castaño y que a simple vista, se notaban ESAS heridas en su joven rostro.
Al observar claramente sus verdes ojos llenos de rabia (que se describirían como esos famosos ojos inocentes) fumigándome con la mirada, logré caer. Las náuseas y el mareo se apoderaron de mí. Sabía que esto iba a pasar, pero en su momento, no me importó.
Esos fueron mis últimos cinco segundos, cinco últimos segundos en los que pude ver a mi, ya muerta, sobrina. Mi manzana se encontraba pudriéndose en sus manos. ¿Seré ahora una manzana para ella?
Pero no era momento para pensar. Me sentía enfermo y solitario. Con estos dos adjetivos mencionados en mi mente, cerré los ojos: todo cesó.
-Es una lástima que nadie aproveche estos cinco segundos.
Indeseables últimas palabras que escuché sin voluntad.
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Manzana Podrida En Cinco Segundos
Short Story"Es una lástima que gente no aproveche sus últimos cinco segundos de vida".