Sábado

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Por principio de cuentas, olvide decirte lo mucho que apreciaba tu existencia, pero en realidad, no me vas a negar que nisiquiera te importaba la mia. Era como hablarle a la pared, al viento. Era asi, tal y como la pesadilla que estaba viviendo se convertia en un sueño, creeme que haber llegado fue un acto de valentia, haberme salvado fue un acto heroico...y...haber roto mi corazon...¿Qué fué?
Subiste a ese auto cuando pedi que te quedaras. Nisiquiera los deseos de once once, ni las pestañas caidas, las estrellas fugaces o las manos bajo el tren tuvieron tal fuerza para hacerte ver mi cariño hacia ti.

-Creo que nisiquiera lo dije.- Susurré.
-Entonces, ¿qué ibas a decirme?
-Yo...quería...no, ah ya nada.
-¿Me has traido hasta aqui solo para decirme que ya nada? Entiende que me haces perder mi tiempo...ahh...habla de una vez.- Se altero tanto que no pude recordar lo que queria decirle.
-Será en otra ocasión, perdón.- Le dije mientras me levantaba.

Me levanté de la mesa y caminé hacia afuera, no podia creer que en una sola persona hubiese tanta amargura. Poco instinto y tanto coraje, el era por fuera todo y por dentro nada. Que lastima que alguien se encontrara en el. Quería decirle pero creo que solo lo estoy pensando, si lo decia sabia que no iba a servir de nada o quizas tendria la suerte en charola de plata de despreciarme, de pisotearme como siempre lo habia hecho.
Ya no queria verlo, ni hablarle ni absolutamente nada que tuviera que ver con el. Tire sus regalos a la basura, me deshice de sus cartas, de las fotos juntos y de absolutamente todos los recuerdos.
Que mas me quedaba por hacer, estaba destrozada. Poco era el mirarle y no saltarle encima para matarle; me habia convertido en una rabieta, me trató mal, evitó mis sueños, silenció mis palabras y apesar de todo le quise.

- Al mal tiempo darle mucho, anda quitate la ropa. - Me dijo mientras se desvestia.
- No no no, te he dicho que no - dije mientras me acercaba a la puerta. - Deberias respetar mi desición, estoy cansada ya que siempre se hace lo que tu quieres.
Se acercó, bruscamente me tomó del cuello y me apretó muy fuerte, me miró a los ojos y sentí su aliento en mi rostro.
- Mira niña tonta, voy a contar hasta tres y cuando termine... - tomó aire y gritó después. - estarás acostada en la cama, ¿entendiste?

PesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora