Prólogo

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"Algún día volveré al lugar del que pertenezco"


Micaela y Bianca ese día, llegaron al colegio con los ojos llorosos. Sus padres, la noche anterior le dieron la peor noticia. Tan fea para ellas que, ni siquiera se atrevían a contarlo.

Ese día Bruno llegó contento, traía en su mochila una rosa roja para Mica. Se la había sacado a la vecina del frente de su casa, sin que esta se diera cuenta, al recordar cuán amaba Micaela esas rosas.

Pero Micaela no aparecía. Fue al aula de cuarto grado, capaz que estaba con Bian. Pero Bian estaba con Gonzalo y... ¿llorando? Qué raro. Aunque quiso ir a ver qué pasaba con Bianca, divisó a Micaela en un rincón del patio. Decidido, se dirigió alegre, con rosa en mano, a donde estaba la rubia de ojos verdes.

-¡Hola, Mica! ¡Mira lo que te traje...!-anunció alegremente el muchacho, pero a ver a Micaela llorando, se preocupó.- ¡Mica! ¿Qué pasó?

-Bru...-sollozó ella, aferrándose fuertemente a él.-Bru...

-Mica... ¿Qué te pasa?-Bruno la abrazó mientras le acariciaba el cabello.

-Me voy Bruno...Me voy...-contestó sollozando aún más fuerte.

-¿Qué? ¿Cómo que te vas? ¿De vacaciones?

-No...para siempre.-Micaela se limpió la nariz con el dorso de la mano, y lo miró a los ojos.

-¿Cómo que para siempre?

-Sí, mi papá consiguió un muy buen trabajo en España, y...bueno. Me voy, nos vamos. Nos llevan con Bian. ¡Te juro que yo no quiero Bruno, no quiero!

Para el Bruno de trece años, no podía creer que lo estuviesen separando de Micaela. Era algo irreal. No podía ser.

-Mica...no te podes ir ¡no! Vos sos...sos mi mundo Mica, si vos te vas yo me muero...-y para sorpresa de Micaela, por el rostro de Bruno empezaron a caer lágrimas. Ella se las secó tiernamente.

-No, no llores por favor...todo va a estar bien...yo, te juro que voy a volver, te lo juro. Voy a volver y vamos a estar juntos, te lo prometo.

-¿Me lo prometes?-preguntó inocentemente él.- ¿de verdad?

-Por supuesto que sí, Bru...-Mica lo abrazó.-Te juro que vuelvo...-"aunque no sé cuándo", pensó ella, pero no lo dijo.- ¿Y eso?-preguntó, descubriendo la rosa que Bruno guardaba en el bolsillo de su guardapolvo blanco.

-¡Ah! Es para vos...-dijo Bruno, dándosela. Micaela aspiró su olor y sonrió.- Me acordé que te gustaban las rosas bien rojas, ni rosadas, ni violetas, ni azules, rojas como el carmín.

-¡Gracias, Bru! Te adoro ¿sabes? Y te quiero...-Micaela se estiró y depositó un beso en la mejilla de Bruno. A este se le iluminaron los ojos.

-¿Qué me qué? No escuché...-se excusó Bruno. Solamente para que lo repitiera, porque ni él mismo se lo creía. Quería escuchar esa frase otra vez, y de esa pequeña boca que se movía al compas de sus palabras.

-Qué te quiero...-repitió la niña, y se sonrojó. Era cierto, lo quería, pero no sabía hasta cuando, tal vez para toda la vida.


Tres semanas después de que Bruno recibió la noticia de la partida de Micaela, él le llevaba una rosa roja todas las mañanas. Y Mica, admirada por la belleza de cada rosa, y la ternura de Bruno, la recibía alegremente.

La mañana de la despedida había llegado, ninguno quería tocar el tema, pero era imposible.

Bianca, estaba triste, bajoneada. No quería separarse de sus amigos, y mucho menos de Gonzalo, su amigo, su confidente, su compañero de travesuras. Al que amaba en secreto.

Ese último día, se encontraron, como siempre, en el algarrobo del patio de Bianca, que daba a la verja del patio de Gonzalo, ya que eran vecinos.

-Hola Gonza...-saludó Bianca, dejándose caer junto al tronco. Gonzalo se posicionó a su lado.

-Hola Bian.

Hubo un silencio intermedio.

-Gonza... ¿me vas a extrañar?-preguntó Bianca, después de un rato, con lágrimas en los ojos.

-Sí, Bian, y mucho...y, para que me recuerdes, te voy a dar esto.-Gonzalo se sacó la pulsera de su mano con la leyenda: "A dónde quiera que vayas, estaré contigo, a tu lado, te protegeré". Se la extendió a su amiga. Bianca, al ver la pulsera se negó.

-No, Gonza, no puedo, es tuya, es de...de tu mamá. Ella te la dio, es cómo una herencia que te dejó, es algo muy especial, muy tuyo.

-Bian...mi mamá me la dio hace tres años, cuando, cuando...falleció. ¿Sabes lo que me dijo?-Bianca negó con la cabeza- Que, cuando llegue el momento, se la dé a una persona muy especial para mí, en el momento necesario. Y esa persona sos vos. –Agarró la pequeña mano de Bianca y se la colocó. Bianca la observó y la miró con cariño.

-Gracias, Gonza...la voy a cuidar con mi vida, no me la voy a sacar nunca. Y, cuando vuelva, porque voy a volver, te la voy a devolver. –y lo abrazo.

-Bian, ¿puedo hacer algo? ¿No te vas a enojar?

-No, no me voy a enojar.-La pequeña Bianca estaba intrigadísima con lo que iba a ser Gonzalo.

El chico, la miro a los ojos, y luego, al ver que ella estaba expectante, le dio un pico, la besó en realidad.

Bianca se sorprendió, no lo había esperado de él. Aunque le gustó, le gustó que la besara. Inmediatamente se sonrojó.

Esa noche, la familia Dipasquale, partió rumbo al aeropuerto, rumbo a España. Ni Gonzalo, ni Bruno, salieron a despedirlas, ya lo habían hecho. Se quedaron en sus respectivas habitaciones, llorando en secreto.

A Bianca y a Micaela les extrañó que no las vayan a despedir. Aunque, a su corta edad, los entendían. No era fácil para nadie. Mucho menos para ellas.

Ya en el avión, Bianca le preguntó a su hermana:

-Mica... ¿vamos a volver? ¿Los vamos a volver a ver?

-No lo sé, Bian, no lo sé...-y en ese momento, Micaela se atrevió a decir, lo que no quería: no sabía si iban a volver.

Bianca, miró la pulsera que descansaba en su muñeca, y se aferró a ella. Ella iba a volver, se lo había prometido a Gonzalo. Lo haría. Lo sabía.


~Nunca Te Olvidé~ Bianzalo-BrunaelaWhere stories live. Discover now