Mental Help Hotline

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Entra y pregunta como si le importara. Como si de verdad le importara. Y me dan ganas de decirle que si, que su actitud me deprimió, entonces entré al baño y me rajé hasta la madre. Y que si, es obvio que fui yo. Pero me siento estúpida. Y cambio toda la versión de la historia. Le digo que los rasguños son del gato. Y que, los raspones de la piscina. Le ofrezco disculpas por no contarle antes. Lo dejo salir de la habitación, molesto porque "lo he avergonzado" y me quedo ahí, bajo una nube de pensamientos oscuros y tristes. Gritándole silenciosamente vulgaridades que no quisiera repetir en voz alta. Que no se reducen a menos que: Malparido hijo de puta.

No entiendo. No entiendo qué mierda sigo haciendo aquí, pero aun lucho por su compañía. Lucho por sus maltratos que a veces parecen ser mi vida. Y no! Nunca me ha tocado. Pero sus palabras hieren como dagas ¿y las peores? Las peores son las que no me dice y que tanto necesito. Pueden pasar dias enteros. En que las espero y las codicio. Como si de eso se tratará la existencia. Pero no llegan. Jamas llegan. Con paciencia espero y me limito a respirar. Y se supone que debo estar aquí, en mi modo. Esperando. Me arde la piel. Desearía que me dolieran mas los recuerdos que la muñeca, pero no recuerdo mas que una puerta cerrándose y sangre en el suelo. De todo este caos no queda mas que un silencio apagado y exorbitante que nos consume la existencia. Regresa. Esta vez con palabras peores, que huelen a alcohol y desesperación. Me grita, que le saben a mierda mis problemas. Que le saben a mierda mis crisis. Y si, en efecto, son mías. Recuerdo cuando antes, en aquellos dias de conocernos, donde el cielo era mirarnos y caminar tomados de la mano. En aquellos dias, parecía el paraíso. Me remonto a aquel lugar en el espacio del tiempo. Para que no me maten sus labios o mas allá de ello. Su sonrisa, habitada por una lengua saturada de sentimientos llenos de conflictos. "Pues si me la gocé y qué" Vale. Está bien. Dejo salir en un respiro ahogado y corto que dura menos que el movimiento de la manecilla de un reloj. El tiempo necesita alguien que lo cuente ¿No? Por eso, me caso con la permanencia y floto en este espacio. Al rededor de él. Como si fuera un mueble mas. Me levanto de la cama. Con un sollozo escurridizo me dirijo al cuarto de baño. Y ya saben qué sigue. Pasa el tiempo y ya no sé a que mundo pertenezco mas, si al de los vivos o los muertos. Lo escucho, entrando por la casa. Arrojando todo al suelo. Tambaleándose por las escaleras. Respiro hondo porque sé exactamente a dónde se dirige. Me seco las lagrimas, la sangre... La vida. Abro la puerta y sonrío. Como si llevara toda mi vida esperándolo. Como si de verdad quisiera. Él, bruscamente, me toma la cara entre las manos y grita. Al menos eso creo. Ha pasado tanto desde que ya no sé si está gritando o hablando tranquilamente. "¿Y usted como de qué hijueputas se ríe?". -"¿Y a usted qué hijueputas le importa?" Cuando ya se ha ido de la habitación, girando sobre sus talones. En silencio, como una sombra. Ya no sé si lo dije o lo pensé. En todo caso, busco un cuchillo. Uno afilado. Uno que le corte la vida. O con el cual le pueda quemar el corazón. Lo busco a él mas allá de los disfraces y todas las máscaras que creamos estos meses para fingir que eramos el uno para el otro. El artista para el artista. Y asi, apasionado como teatro, se lo meto con toda en la tráquea. Lo deslizo hacia arriba, abajo, arriba y finalmente a un lado. Le sale la asquerosa carne a la que me opuse todo este tiempo. Y por fin. Me mira con rabia pero ya no puede gritarme. Mi venganza es tan deliciosa que tampoco puede limitarse a ignorarme. Me voy, feliz. Candente. Como abriendo los ojos a un mundo nuevo. Pero entonces recuerdo. Que sus malos tratos me dañaron el cosmos. Me pusieron demasiado cansada para dormir. Demasiado triste para llorar. Demasiado hambrienta para comer. Asi que regreso, le digo ¿O sólo lo pienso? No sé, en todo caso:" ¿Recuerdas? Prometiste que me ibas a ayudar a cumplir mi sueño. Y aquí estoy, anoréxica y triste. No puedo ni ponerme en puntas porque mis huesos son demasiado débiles. Por tu culpa. Tuya. Tuya. Tuya y de nadie mas.

Se acerca en un movimiento vehemente y prístino. Se me nubla la vista y de repente, ya no me duele nada. Ahora puedo descansar. ¿Y él? Él tambien.

Monologos De VioletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora