Escuché su voz. Su asquerosa y al mismo tiempo hermosa voz. Su voz que durante mucho tiempo se había convertido en mi melodía favorita.
Mis ojos están rojos y de vez en cuando hipaba por haber llorado. Tomé una gran bocanada de aire para calmarme y giré mi cuerpo para verlo.
Estaba cansado de su actitud, de él, de que me tratara así.
Vi como abría su boca, seguramente para decir alguna estupidez.—No hables. —Interrumpí. —Me tienes hasta...Hasta el límite.—Respiré. No quería llorar, sin embargo una pequeña lágrima amenazaba con salir. —Me gustas... —Comencé a hablar nuevamente. —Y te estás aprovechando de eso. Me gustas pero no seguiré aguantando tus cosas. No sé cuál es tu problema conmigo, tampoco me importa, pero desde ahora te digo que no me hables en tu puta vida. —Sonaba enojado, bien, lo estaba. Sólo podía observar a un Jos serio pero no me importó.
—Eres un imbécil. Me viste siempre tan débil que era cuestión de tiempo para que se te ocurriera hacer conmigo lo que se diera tu gana. —Lo empujé con mis manos con una fuerza que no sabía que tenía, él no puso resistencia y por ello cayó al suelo.