Hoy, 10 de octubre de 2013, ha muerto mi perro, Panzer. Le dedico este libro en el que narraré mi último día con él en su vida.
Hoy no ha sonado la alarma pero por suerte me he despertado a mi hora de siempre, las 6:55 de la mañana. Al llegar al salón, mi madre me ha señalado un jugo viscoso que había en la alfombra, tratábase del vómito de mi perro. No me extrañó, puesto que mi perro ha vómitado numerosas veces durante toda su vida y nunca ha significado nada importante. Tras limpiarlo con papel de periódico, me dirigí al baño, me he duchado, he desayunado, me he vestido y he sacado a Panzer de paseo unos ocho minutos. He vuelto, me he lavado los dientes, he agarrado la mochila y he puesto marcha a la parada de autobus para coger el de las 8:10 que me dejaría a las 8:40 en mi colegio.
Como siempre, las clases han terminado a las 15:15, he cogido el bus que pasa a las 16:05 y he llegado a mi casa a las 16:35. En ella estaban mi padre y mi madre, y cómo no, mi adorable pastor alemán tumbado en la alfombra del salón. Dejé la mochila y acaricié a mi perro. Le incité a levantarse, pero no lo hacía. Le he empujado un poco el culo y tampoco se ponía en pie. Le ponía comida en sus cacharros y ni se inmutaba, solo se me quedaba mirando. Le he enseñado la correa de salir a pasear y...nada, cuando siempre que se la muestras se pone como loco porque le encanta salir a pasear. Estaba raro. Me he fijado en que tenía una babilla que le colgaba de un lado del hocico, entonces he cogido un trozo de papel y se lo he limpiado. Me he puesto a ver la televisión durante un rato hasta que el perro por fin se ha levantado él solo por sorpresa a beber agua. Me he relajado bastante, y de repente me fijo en que tiene la tripa hinchadísima. Le di unos leves golpecitos y sonaba como un pequeño tambor, Al ver ésto, recurrí al poder de Internet y puse literalmente "mi perro tiene la tripa hinchada" y el resultado es "torsión gástrica, un riesgo mortal para el perro". En ese momento he pensado que nada bueno me deparaba ese día y me he asustado. Informándome me he enterado de en que consiste esto de la torsión gástrica. Por lo visto, en el estómago, por diferentes motivos, se empieazan a acumular la comida, la bebida y algunos gases, estos gases irán aumentando debido a la fermentación de la comida. El estómago se estirará a mas no poder, hasta explotar al no poder dar más de sí. ¿De verdad iba a tener que sufrir eso mi perro si se trataba de dicha enfermedad? Para asegurarme de que se trataba de esta enfermedad, he mirado la sintomatología que hablaba de inflamación de la zona abdominal, si se golpea la zona con la mano suena como un tambor y que el perro intentará vomitar todo lo que tiene en el estómago para vaciarlo, sin éxito alguno, ya que lo máximo que podría expulsar sería una saliva espumosa. Aún fue peor leer, que si intentaba vomitar con mucha fuerza podría darle la vuelta al estómago haciendo más difícil el tratamiento. Los síntomas cuadraban casi a la perfección o quizá fuese mi cerebro que quería autoconvencerse de ésta macabra enfermedad. Ahora venía mirar un tratamiento que se pudiese realizar desde casa o con alguna pastilla pero por desgracia, no lo había, la única forma de tratarlo es operando. Tras esta exhaustiva investigación se lo he contado a mis padres que, aún dándole menos importancia que yo, también se han asustado. Ahora venía el gran problema e inconveniente; ni mi madre, ni mi padre ni yo podíamos llevar a un veterinario al perro. Mi madre nunca ha tenido carnet de conducir, mi padre es diabético y ha disminuido su capacidad visual considerablemente y yo siendo menor de edad me está prohibido conducir. ¿qué podíamos hacer? Pues llamar al irresponsable de mi hermano, el cual sí sabía conducir. Mi hermano no vive con nosotros al haberse ido a vivir con su novia a un pueblo que está a 20 minutos en coche. Mi padre le dice: "ven ya". Yo, que no podía estarme quieto de la preocupación, me asomaba cada dos por tres a la ventana para ver si el coche de mi hermano se dignaba a aparecer y llevar al perro a una clínica veterinaria, miraba el perro y le acariciaba, volvía a mirar por la ventana y así horas. Y a pesar de decirle a mi hermano que en Internet ponía que en cuanto se detectase la enfermedad había que operar de urgencia, éste apareció tres horas después de la llamada de mi padre. El perro que no se había puesto en pie desde el momento en el que bebió agua a pesar de yo haber seguido intentándolo durante estas tres infinitas horas, se levantó cuando escuchó sonar el timbre de la casa pulsado por mi hermano. Entonces, el perro caminó cayéndose y resbalándose, al estar tan débil, hasta la puerta y mi hermano le pusó la correa y se lo llevó a la clínica veterinaria. Compartí todo lo que me había sucedido con mis amigos, y lo triste que estaba por la posible pérdida de mi perro.
Finalmente mi hermano me ha llamado hace escasamente poco para anunciarme que el perro estaba tan mal, no por una torsión gástrica, sino por un tumor maligno que se le había formado en el abdomen. Me ha explicado que el tumor era muy grande y no podía ser operado con lo que le iban a sacrificar con una inyección. Sacrificar al animal con el que he compartido 10 años 1 mes y 5 días de mi vida. Gracias por esos momentos tan bonitos que he pasado contigo. Hoy Panzer, ha muerto, hoy, puedo decir, con profunda tristeza que, mi perro ha muerto.