Capítulo 2.

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"Corre. Corre. Corre."

"-Hey, tranquila. Sólo quería darte las gracias."

 Soltó mi muñeca. Contuve la respiración, conté hasta diez, y esperé a que se me regularizara un poco el ritmo cardíaco.

"-Ah, ¿sí?. Pues... de nada, no hay de qué. Adiós. "

Con mi evidente nerviosismo, fingí una sonrisa, y me empeñé en caminar. 

"-Oye, pero no me has dicho cuál es tu nombre."

Rodé los ojos, me detuve, hice una mueca de desagrado y resignada, me di la vuelta y le grité. 

"-Jezz. Mi nombre es Jezz".

"-Lindo nombre, eh. ¿Y tu apellido?".

"-Paltrow. Jezz Paltrow". 

Y finalmente me fui, haciendo caso omiso a todo lo que ocurría a mi alrededor. 

Llegué a casa, miré el reloj. "12 horas con 43 minutos", nada mal. Tomé una ducha, y fui al centro a reunirme con mis amigas. En todo el trayecto, de mi casa al centro de la ciudad, no dejé de pensar ni un minuto en esas dos piedras preciosas color jade que me dieron las gracias. Su sinceridad, su color... todo de esos ojos. Dios, qué desperdicio que haya estado borracho, quizá sobrio hubiera sido agradable topármelo. 

Un helado, enfriar el cerebro, genial. Mis amigas estaban hablando, y yo ignoraba todo. 

"Oye, tú, planeta tierra. No has hablado, ¿qué sucede?"

De golpe miré a la chica que se cruzaba de brazos pidiéndome explicaciones; mi mejor amiga. Rachel definitivamente no se quedaría sin información, insistiría en preguntarme. Julia nos miraba y reía. Suspiré, sabiendo que las evasivas no me servirían con ellas. Les conté acerca del incidente con el chico, y de inmediato supe que Rachel insinuaba que él había capturado mi atención. 

"Vaya, Jezz. Ese chico merece un premio, ¿no? Vaya suerte."

Me guiñó un ojo, y sonrió. Nos dirigimos a una heladería, y continuó todo igual. Monotonía de mierda. Llegó mi turno en la caja, y pedí una copa de helado. Helado para pensar y enfriar la mente. Quizá soy fría. Tal vez por eso estoy sola. Soy como el hielo, y se alejan de mí porque temen morir congelados, o no les gusta el frío. Metáforas y sus consecuencias. 

Nos sentamos, y seguí pensando en el tipo. Aún podía sentir el olor... ¿qué era?, ¿ron? Dulzón y embriagador. 

Tenía mucha incertidumbre al desconocer la razón por la cuál el chico mantenía esa condición tan denigrante. Quizá necesitaba ayuda. Quizá no está bien. Internamente, escuchaba "pero no lo conoces", y de inmediato respondía "¡Vamos a conocerlo!".

Ese día continuó igual que siempre. Hasta que por la tarde, decidí volver a esa calle en donde había conocido a aquél que mantuvo mi cabeza ocupada todo el día. Para mi desgracia, las calles estaban vacías. Caminé hacia una pequeña plaza en la otra cuadra, con las manos en los bolsillos y la capucha del polerón puesta. Lentamente pensaba en cómo es que algo tan bonito, podía ser tan malo. Bueno, simples deducciones. Me senté en la primera banca que vi, con mi vista obstruída por mi gorro. El viento soplaba quieto, silbando suavemente. Y entonces reconocí el olor llenarme de asco nuevamente. Era él. Mantenía entre sus dedos un cigarrillo, y con sus codos apoyados en sus piernas miraba hacia la nada, con el mismo ceño fruncido.

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⏰ Última actualización: Oct 31, 2014 ⏰

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