Capítulo único

434 70 7
                                        


— Kōta, deja eso en su lugar, por favor.

Sabía que era un bebé, un bebé de casi tres años, qué le entendía perfectamente y era un buen hijo; pero Yukio seguía repitiendo la misma oración desde hace seis minutos, mientras se debatía qué tipo de té poner en el carrito, a veces era difícil escoger entre canela o yerbabuena, y más si su hijo trata de agarrar cajas al azar y se divertía con ellas. Difícilmente le decía que no a esa pequeña personita regordeta.

— A tu papá le gusta mucho el té de canela, pero también adora el té de yerbabuena— le habló al niño que amenazaba con devorarse una caja de té de miel—. No sé cuál llevar, deberías ayudar a mamá en vez de tratar de alcanzar el cartón.

Sus preocupaciones no se limitaban a qué té llevar, por supuesto que no, abarcaban más que unas simples bolsitas con hierbas dentro. Ese día era un día especial para Kise, ni bien había pasado su cumpleaños que ya estaban celebrando el día del padre. No es que estuvieran mal económicamente, podían mal gastar en fiestas si así lo quisieran, pero teniendo a un administrador muy habilidoso como Kasamatsu, Kise se veía intimidado a la hora de gastar. Tuvieron una pequeña reunión en casa, compraron muchos dulces para cierto titán, hicieron una parrillada para un par de comelones y con algunos bebés en camino se gastó aún más en golosinas. Yukio tenía en mente, se juró a sí mismo, que no pasaría de un precio pre establecido para festejarle el día del padre a su rubio.

Compraba té porque ya no había en casa, por sí querían saber.

Con delicadeza le quitó la cajita a su hijo y la colocó en su lugar, recibiendo un bonito 'Lo siento' de la voz de su pequeño. Seguido le mostró las dos cajas de té y dejó que el niño escogiera.

— Miel— Yukio le sonrió suave.
— ¿Tratabas de alcanzar la caja de té de miel porque querías té de miel?— él asintió y Yukio suspiró. Finalmente compraría dos cajas de té, ¿qué más daba?

Siguió con las compras, acompañado de la alegría de su niño. Cada que le preguntaba algo Kōta respondía con asentimientos, sólo tenía pequeñas pistas de sus ojos ámbar, a dónde miraban y qué miraban. Pese a tener tres años de edad, Kōta era muy tímido y solía hablar poco, simplemente lo necesario. Yukio estaba acostumbrado a su silencio.

Para la cena haría sopa de cebollín gratinado, la favorita de su esposo, también cocinaría un pastel de chocolate y pudín para Kōta. Eso era lo que menos importaba, ¿qué le regalaría a Ryōta?

Después de tanto tiempo vivir juntos, después de tantos regalos, su mente estaba en blanco. No podía regalarle una boina nueva para su uniforme de trabajo porque cuando se retiró y anunció su nueva profesión sus fanáticas le regalaron mucho que ver con la aviación. Trabajo descartado. ¿Y qué hay con el baloncesto? Tenían lo necesario, no veía el porqué de gastar en vano.

Iba a morir esperando una respuesta.

~ ° ~

Agradeció internamente que en el cajero le atendiera un hombre y que todo haya sido tan rápido, mientras más tardara en llegar a casa, menos tiempo tendría para pensar en un buen obsequio. Debido a que compró pocas cosas le era fácil sostener las bolsas con una mano mientras que con la otra se aferraba a Kōta. Su pequeño hijo también quería ayudar y Yukio cumplió su capricho dándole una pequeña bolsita que contenía las cajitas de té. Con un pequeño Yukio contento y un gran Yukio preocupado, volvieron a casa.

— A tu papá deberían gustarles unos nuevos calcetines...—comentó pensante. Lo único que recibió fue una mirada de disgusto por parte del más pequeño— Tienes razón, tienes razón. ¿Pero qué podría regalarle a ese idiota que no tenga que ver con el baloncesto y su trabajo?
— Mamá, mira.

Woof!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora