Y entonces comenzó todo, todas las sensaciones del universo sentidas en esos 40 segundos, fue cuestión de decir 'ahora' para que todo comenzará y dejara mi faceta de beata moralista, sólo cuestión de segundos para transformar mis inseguridades.
Me acerqué a él, se unieron mis labios con los de el, y comenzó ese magnífico instante, sentía como se agitaba nuestra respiración lentamente hasta convertirse en un unísono, un profundo calor invadió mi ser, y tuve la sensación de tocar el cielo en ese beso.
Nuestras lenguas bailaban al son de nuestra respiración y un sabor a menta invadía mi boca, fueron los segundos más interesantes, y como por arte de magia, estos segundos de gloria se esfumaron. Toda la magia se acabó y esa incandescencia se apago, de nuevo sentí esa soledad que segundos atrás se había ido, y me había hecho sentir la mujer más feliz del mundo. Ese 11:23 fue lo más fugaz y placentero del universo.