Sobre la huída de los Tyns.
- ¡Levántate ya Thomas! Llevas casi diez minutos de retraso en nuestra programación.- le exclamó Lena.
Thomas llevaba ya toda la noche despierto, o más bien medio despierto, pues cierto era que estaba demasiado nervioso como para conciliar el sueño, pero también que los preparativos de la huída lo habían agotado y que estaba cansadísimo. Solo era un chiquillo de 13 años, el menor de sus hermanos, aunque eso no le sirviera de excusa para trabajar menos que ellos en los prepatativos. Se levantó de la cama y se dirigió hacia el aseo.
-No hay agua- comentó a Lena, su hermana mayor, que aunque era la hija mayor de la familia, tenía fama de pija y patosa, algo que demostraba constántemente pese a sus intentos de evitarlo.
-Normal, cortamos el agua ayer ¿No te acuerdas?
Sin dar respuesta, Thomas cogió una garrafa de agua que llenaron para esa noche, llenó el lavabo con suficiente cantidad para asearse lo indispensable y procedió a lo suyo. Mientras, Lena había acabado de cerrar todos los armarios con llave y de hacer la cama de la que su hermano acababa de salir. Se dirigió hacia el pasillo con sigilo. Lo que más le costaba evitar era chocarse con algo, cosa que hacía con bastante frecuencia y que esta vez no solo contaba con la dificultad de la escasa luz de la estancia sino también con el estrés propio de la situación. Pero consiguió entrar en el cuarto de Eric sin hacer ruído alguno, algo de lo que se sintió extrañamente orgullosa. Su hermano, aun siendo también menor que ella, solo tenía 2 años menos, pues él contaba con 18 años y ella con 20.
-¿Has terminado todo por aquí?- Preguntó ella.
-Sí pesada, si no sabes que hacer vete abajo y déjame en paz.
-No seas tan borde, solo hago lo que me corresponde.
-Te corresponde ayudar a Thomas y a Ruth, no a mi.
Lena se dio la vuelta indignada y se marchó por las escaleras al salón de la planta baja.
Eric y ella habían tenido una relación difícil desde que eran niños, ella era más sofisticada y valoraba la elegancia y la belleza de las cosas por encima de todo, mientras que él era más salvaje y desligado de las normas sociales y los protocolos. Aunque ese contraste no fue tan notable hasta que se complicó la situación en el décimo cumpleaños de Ruth. Adael Tyns, madre de la familia, falleció por un infarto, de manera repentina y sin previo aviso, esto generó en Lena una obligación psicológica de reemplazar a su madre en las tareas domésticas y de educación de los hijos, empezó a sentir que la única forma de honrar a su madre era continuando su trabajo,algo que Thomas y Ruth sintieron con indiferencia, al igual que su padre, pero que Eric consideró impropio y hasta cierto punto absurdo, razón por la cual es desagradable con ella siempre que se porta como si fuera su madre.
Había terminado de ordenar todas las cosas que dejaría atrás en su cuarto. Un monopatín viejo, algunos pósters, dos marcos con fotos con sus amigos y bastantes libros que ordenó por categorías: Biografías, Deportivos, Enciclopédicos y Médicos, aunque los últimos dos realmente eran una colección enorme de libros sobre Anatomía, Enfermedades, Dolencias y Curas que había ido trayendo de cada uno de sus viajes hacia la tierra. Eric era un chico indeciso, todos lo decían. Amaba el deporte y a su vez la medicina, nunca le dedicó más tiempo o esfuerzo a uno u otro, le gustaba mucho viajar pero también encerrarse en su cuarto durante días enteros. No era capaz de resolver un dilema personal y siempre le dejaba las desiciones importantes a sus amigos. Realmente en todo tenía dos vertientes o totalmente contrarias o con poca relación, y nunca se inclinó más por un lado, siempre mantuvo la duda, incluso a la hora de elegir grado, y aunque al final sus amigos le hicieron escoger medicina, querie especializarse en el ámbito deportivo, en curar lesiones y ayudar a discapacitados que quieran practicar deporte. Thomas entró en su cuarto y le dijo que ya estaba listo, a lo que él contestó que bajara y se reuniera con el resto.
Cuando cerró todas las puertas, Eric bajó las escaleras y se sentó junto a Ruth en el sofá.
Se mantuvieron allí prácticamente sin moverse durante un par de minutos, creando una especie de ambiente tenso que cualquiera quisiera evitar.
-Lo echaré de menos,a la casa, a todo.- Exclamó Ruth con tono melancólico.
-Volveremos- le contestó Lena de un modo que parecía estudiado. Ella realmente sabía que tardarían años, si no décadas hasta que pudieran volver, y no le era fácil asimilar esa idea, Lena era la que más arraigo sentía hacia su hogar, sus amigos vivían todos en la ciudad, su universidad estaba también en ella y él, su novio, que leería cuatro horas más tarde una carta que ella le escribió, relatando cómo habían partido de urgencia hacia Alcadia por un asunto que su padre aún no quería contarle. Le prometió que le escribiría cada día, y aun siendo mentira todo eso, se mantenía estoica, pues era Lena Tyns, la mujer de la familia, y ese título ficticio que aunque a ella le era más real que la vida misma, deseaba fervientemente que dejara de existir. Ella no quería irse, al menos no su corazón.
-¿Estáis todos listos?- Preguntó Liam al entrar en casa.
-Creo que sí papá, he revisado todas las estancias y todo está según lo planeado, ventanas cerradas y persianas bajadas, todo ordenado y limpio- Respondió Lena mientras sus hermanos la miraban.
Ruth se levantó la primera, le siguieron los demás y juntos se dirigieron hacia la puerta, tras pasar por ella y cerrar definitivamente la casa, subieron al coche y partieron hacia el norte.
Al poco tiempo, Thomas empezó a llorar y Lena, al no poder resistir más, hizo lo mismo. Conforme se alejaban más y más de la ciudad, recuerdos de amigos, lugares, de mamá, les rondaban a todos por la cabeza. Al final la oscuridad se hizo con el paisaje y sólo lo iluminaba ligeramente el brillo de los Drius en el firmamento.
-Debéis recordar porqué hacemos esto, es vital que comprendáis que irnos es la única vía para cumplir con nuestro cometido y que vuestra lealtad a la causa salvará a la familia y si tenemos éxito, a toda Alein- comentó Liam interrumpiendo el silencio de la noche.
-¡A la porra Alein!- exclamó Ruth.
Nadie contestó, pues todos de algún modo u otro sentían lo mismo. Se sentían obligados a irse, obligados a comenzar una vida nueva en otra dimensión, y aunque comprendían la razón de su cometido, el sentimiento agridulce era horrible.
Tras media hora en el coche, Thomas y Ruth se durmieron, Liam y Eric comentaron algo el partido de anoche, pero no se atrevieron a cambiar de tema. Doscientos kilómetros después empezaba a verse una luz intensa en el horizonte, se acercaban al Kaleos, se acercaban a la puerta de la humanidad, un portal que unía ambas dimensiones y que les conduciría a todos hacia una nueva noche, hacia un nuevo amanecer, y hacia un nuevo hogar.
ESTÁS LEYENDO
Bajo nuestros pies
Science Fiction¿Y si en el interior terrestre hubiera una dimensión paralela? ¿Y si esa dimensión estuviera poblada por todas las especies que se extinguieron en nuestro mundo? Esta historia relata la vida de las familias Jefferson y Tyns en el trascurso de los añ...