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El camino estaba tintado de negro pero Nina avanzaba bien con la ayuda de una linterna. Serena y algo aturdida por el frío de las noches de noviembre, logró llegar a su destino minutos antes de que el reloj tocara la media noche. Desde el barranco de la montaña se podría observar un desnudo cielo pecado de estrellas y el espectáculo de fuegos artificiales que estaría a punto de comenzar.

Sin embargo, se sorprendió al ver una figura sentada en el suelo. No esperaba compañía ni encuentros casuales porque poca gente conoce este secreto lugar, y eso era lo que precisamente le gustaba. Al acercarse un poco más, la persona advirtió el sonido de sus pasos y se giró para verla. Era Dylan. Nina se sintió como si le hubieran echado un cubo de agua helada en la cabeza, confundida y empapada por gélidos recuerdos que helaban su sangre. Por la expresión de él Nina pudo averiguar que estaba tan sorprendido como ella, y eso de alguna manera le brindó suficiente confianza como para dedicarle una sonrisa, que fue correspondida de inmediato mientras Nina decidió sentarse al lado de Dylan.

- No esperaba encontrarte aquí -­ dijo él, sin poder apartar su mirada de ella, quien hacía bastante que no la veía y pocos días que no sabía nada de ella.

- Yo no esperaba que te acordaras de este lugar ­- le dijo Nina sin dejar de sonreír. Su voz flaqueaba un poco pero seguía siendo dulce y cálida, como una taza de chocolate caliente en noches como esa.

Dylan no respondió, aunque seguía con sus labios curvados, ahora debido a algo que parecía más bien nostalgia. Nina se sentía confusa, no muy segura de si estaba despierta o soñando, recuerdos mezclándose con la realidad en los pocos instantes de silencio entre ellos, rebobinando lo que podría haber sido pero nunca fue, alegres memorias que una vez pareció que podrían ser eternidad. Se encontraba sentada al lado de Dylan, pero ambos mantenían el mudo acuerdo de no cruzar un invisible límite trazado, cuidadosos de no romper algo frágil que ninguno sabría decir qué era exactamente.

- Esta noche está realmente estrellada, hacía tiempo que no veía un cielo tan brillante ­- cortó Dylan el silencio.

Nina levantó la cabeza para testificar lo que acababa de decir Dylan. Era cierto. La opaca oscuridad se fundía con un baño de estrellas irregulares en tamaños y posiciones, cada una de ellas singulares, tan parecidas a las otras pero tan distintas a la vez. Hacía tiempo que ella tampoco veía ninguna noche tan bella. Desde ésa.

- Desde mi cumpleaños -­ dijo Nina.

Dylan la miró. Nina no apartó la mirada del cielo, evitando cruzar sus ojos con los de Dylan, y a pesar de eso él sintió flaquear la respiración de Nina, voz temblorosa al escupir esas tres palabras, y pudo notar cómo se hundía y se ahogaba en felices recuerdos de un pasado a medio quemar, acaricias inexistentes que cosquilleaban su piel y besos fugaces que abrasaban sus labios. Dylan quería con todo su ser atravesar los invisibles muros que los separaban y abrazarla y plantar besos en su desnudo cuello, pero en vez de eso fue cauteloso y le agarró de la mano, sentándose un poco más cerca de ella esperando darle algo de calidez con acortar las distancias. Nina no rechazó el gesto y unió sus pupilas a las de Dylan, y fue sólo entonces cuando él se dio cuenta de cuán rota estaba ella y cuanto a él mismo le seguía importando Nina. Y a pesar de que fue ella quien acabó con lo que forjaron tiempo atrás, realmente pudo haber sido un error la decisión que ella sentenció y él aceptó.

- Aunque no recuerdo muy bien esa noche ­- mintió Nina sin saber muy bien por qué. Tal vez simplemente para romper el extraño ambiente que se había creado.

- Yo tampoco. Sólo la oscura noche y las estrellas brillando -­ respondió Dylan, y Nina mentiría de nuevo si dijera que no se sintió algo decepcionada por esas palabras -. Aunque tú eras la que más brillaba.

Juro por las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora