Habrá a quienes le parezca una locura eso de hacerse una carta a si mismo, para mi es genial ya que nadie sabe más lo que sientes que tú. Si soy sincera, me es difícil incluso expresarme ante una carta.
Lo resumiré de una manera empática:
Es como cuando te regalan lo que tú querías por tu cumpleaños, pondré un ejemplo: una bicicleta.
Tú vas paseando con tu bicicleta por el parque, hasta que tropiezas y caes de boca al suelo. Te das cuenta de que tienes lo que querías, pero te falta algo; quizá más práctica o mejores frenos. Te paras a pensar lo que querías realmente y te das cuenta de que te habías equivocado.
Te levantas dolida pero vuelves a montarte. Vuelves a caer y te vuelves a montar, hasta que te cansas de tropezar tanto. Nuevamente te levantas hecha pedazos; llevas tu deseada bici a cuestas y llegas a pensar que quizás preferías otra cosa.
Al siguiente día miras tu regalo de una manera diferente. A lo mejor simplemente querías lo que todos tenían, sin concentrarte en que quizás tú bici no era igual que todas.
Terminas cansándote de ella; reflexionas y tú sentimiento no es el mismo. La desprecias, ni siquiera la miras; pero siempre sabrás que estuvo ahí, y que aunque quizá tu bici era un deseo equivocado, tienes en cuenta que al principio nunca habías tenido una ilusión igual.
Las cosas acaban cambiando.
No volverás a querer una bici.
Tampoco querrás lo que todos quieren.
Cambias, no eres la misma ante todo y actúas de forma diferente. Todos se extrañan e intentan y insisten en que les cuentes lo que sucede. Pero acabas cambiando y desconfiando incluso de ti misma. Y no crees en nada que pueda dar algún tipo de bien en tu vida.
Acabas cambiando y todo termina.