El Pacto

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PRÓLOGO

Roberto González un hombre común, con problemas como todos, un hombre entregado a la vida familiar, trabajador que mediante intrigas ve afectada su vida laboral. Katia, su esposa, una bella mujer, influenciada por su educación y por el siempre constante acoso familiar de sus padres, complica aún más la situación de su querido esposo, se involucra en una controversial amistad con Gonzalo Quirarte un hombre huraño y oportunista. La vida de Roberto se va complicando más y más, haciendo que su vida, sea desesperante, aún con todo el apoyo brindado por sus padres y por su mejor amigo Rodrigo Íñiguez, comienza a cometer errores, los que posteriormente trata de resolver mediante otros errores, su vida cae escandalosamente, llegando a tal punto, que decide buscar una salida fácil. En una noche de copas, ahogado en sus penas de amor, de soledad y de desempleo, hace un pacto con una misteriosa y sensual mujer, en medio de la noche se entrega a ella, bajo los efectos del alcohol y la desesperación. A partir de ese encuentro su cambia radicalmente… una historia llena de amor, de pasión, de traiciones, de amistad y personajes terrenales, ubicado en nuestro tiempo, salpicada de profundas reflexiones, de los mitos y costumbres de las parejas, y de las diferentes amistades que nos brinda la vida. La bella ciudad de Guadalajara marco ideal para soportar esta historia, con sus calles, su gente y sus costumbres.

El autor.

Marzo 2000

EL PACTO

Por Ricardo Talavera M.

EL DOLOR SE ESCONDE EN TODOS LOS RINCONES DEL DÍA……

Un día cualquiera, un mes singular, septiembre, siempre lleno de retos, juntas, proyectos y grandes volúmenes de ventas que concretar, a las 11:03 sonó el celular, justo cuando me encontraba en medio del conteo de cientos de cajas con uno de mis principales clientes, en ese preciso momento calculaba minuciosamente la posibilidad de una venta, la insistencia del celular, me hizo interrumpir mis pensamientos. _ Bueno, ¿Quién habla? _ pregunté algo molesto. _ Yo, Giancarlo, ¿dónde estás? Consulta muy extraña, sabiendo de antemano mi itinerario, el cual hice de acuerdo al plan mensual de visitas, el mismo que debería estar sosteniendo entre sus manos. _ En Abarrotera del Pacífico, ¿por qué?, ¿se te ofrece algo? _ pregunté intrigado. _ Necesito que estés aquí en media hora, tengo que platicar contigo _ la voz, mostraba un tono diferente a otros días, con descaro, alevosa. _ ¿Tan malo es?, para que me hables a esta hora, me saques de con Don Jacinto Chávez, tengo una venta importante aquí _ aseguré. _ Ven, esto no se puede tratar por teléfono, en la oficina platicamos_ colgó. Así, que sin más remedio, dejé de contar cajitas, me disculpe con todos, y partí rumbo a la compañía. Al llegar, como de costumbre subí de prisa los cincuenta y dos escalones que te llevan a las oficinas administrativas, parte por instinto, parte por educación, busqué la mirada amigable de Martha, la secretaria de Giancarlo, pero al verme, lo que nunca, agachó la cabeza, ocultando así sus expresivos ojos negros, raro en ella, que no mostrara educación o interés en saludarme, ni tan siquiera sonreírme, aunque fuera por simple compromiso, intuí problemas, algún cheque devuelto, un faltante en un embarque o quizás por fin había llegado mi traslado a Monterrey. Abrí con mucha cautela la puerta del privado, marcada con el nombre Giancarlo Venturi Gómez, él estaba ahí, dizque trabajando, bajo su pelo güero y una nariz aguileña, detrás de una elegante silla, varios trofeos de golf y reconocimientos de la empresa adornaban un moderno librero. Recordé que a mi jefe casi desde que lo contrataron, hace ya varios años, ascendió puestos tan rápido como el dólar subía de precio en nuestra economía nacional. Era un hombre bien educado, con escuela, varios postgrados, apellido rimbombante y uno que otro severo trauma infantil. Al escuchar mi respiración, giró de su posición para hacer un gesto cordial e invitarme a pasar, con la mirada me indicó que me sentara, hice memoria que en esta misma oficina, hace cinco largos años recibí la invitación formal de ser parte de esta empresa; mi trayectoria ha sido hasta la fecha bastante prometedora, llena de muy variadas satisfacciones, metas alcanzadas, nombramientos oportunos; tantos bonos extras por ventas alcanzadas que ya los sentía como parte integral del sueldo; muchos compañeros apostaban y me apoyaban ante cualquier posibilidad de ascenso, los cuales fui consiguiendo a base a perseverancia, perfección y de muchas horas extras, jamás remuneradas, lo que nunca me importó, ya que me satisfacía de sobremanera el trabajo y los logros que éste me daba. Giancarlo rascó su pelo hacia atrás pretendiendo peinarse, con voz pausada comenzó hablar.

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