Capitulo 2

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DESDE que el mukusuluba entró a mi habitación hace aproximadamente dos meses, he intentado muchas veces ponerle un nombre. Aquella nota que colgaba de su cuello parecía invitar a ello. Todo el mundo tiene un nombre; ¿Por qué  no iba a tenerlo también un mukusuluba, que además era ejemplar único?
Busqué y rebusqué por todos los rincones de mi imaginación, pero en ningún momento encontré un nombre que me pareciese adecuado. Porque, claro, hay muchos nombres pero yo necesitaba uno que le fuese bien a un mukusuluba. Y no es tan fácil. Un mukusuluba no puede llamarse Juan, o Pedro, o Luis.... No, no  eso está claro. Pero... ¿Qué nombre le pondrías a un mukusuluba?

MI MADRE TIENE mucha imaginación para los nombres. Mi padre siempre lo dice . Un día intente sonsacarle:
- Mamá, dice papa que eres muy buena poniendo nombres.
- Sí, es verdad, aunque cuando tu papá dice eso lo hace con sorna.
- Mamá, me puedes hablar en español?
- Con sorna, para hacerme enojar.
- Sorna significa hacer enojar?
- Aveces sí.
Deje pasar unos instantes en silencio y luego volví a la carga
- Pues... Mi nombre no me gusta.
- ¿Por qué?
- Por qué  es muy corto.
- Precisamente por eso te lo puse. Me dije: quiero un nombre corto, un nombre corto!. Y enseguida se me ocurrió ¡Lia!
- A mí no me gusta llamarme Lia. Además, en el colegio me llaman << Lío, Lana, linche>>.
- Tonterías. Si te llamarás  de otra forma, te sacarían apodos. Los niños siempre  están poniendo apodos a todo el mundo.
- Si te gustaban los nombres cortos, no entiendo porque a Jesus Jerónimo...
- Con él fue distinto. Cuando nació tu hermanito me dije: quiero un nombre largo, un nombre largo. ¡Jesus Jerónimo! Fue como si se encendiese una lucecita  en mi cabeza.
- Mamá cada ves que pares un hijo te estás diciendo? -le pregunte con una pequeña sonrisa en mi rostro.
- ¿Como así? -dijo.
- Olvídalo. -me dispuse a hacer una pregunta clave-, oye mamá, ¿cómo le pondrías a un mukusuluba?
- ¿A qué diablos?
- ¡A un mukusuluba!
- Bueno... Le pondría, Hipólito.
-¿Hipólito? ¿Y por qué?
- No sé. Me parece un nombre bonito para un muku... Como se llame.
- Mamá, ese nombre es orrible.
- ¡Ay Lia!, ningunos de mis nombres te gustan.
- No te enojes, fue un chiste.
Por su puesto no llame Hipólito  al mukusuluba.

EL MISMO DÍA que el mukusuluba entró a mi habitación, descubrí que no hablaba ni emitía sonidos. Cuando se me pasó la impresión, intente comunicarme con el. Le pregunté muchas cosas, sin obtener  respuesta. Como era ejemplar único, tal vez se le había olvídalo como hablar.

Me dio pena de él, porque pensé que se encontraba solo en el mundo. Ser ejemplar único no es un privilegio, yo creo que  es un gran fastidio. Acomode al mukusuluba en el maletero del armario de mi habitación. Tuve que subirme a una silla para llegar hay. Allí lo entre en un hueco que le hice entre las maletas y, como si me entendiera le estuve hablando un rato:
- Aquí podrás estar tranquilo sin que te descubran. Solo abrimos este maletero cuando salimos de viaje, y solo viajamos en las vacaciones. No sé porque hago esto por ti, porque no te conozco, pero tienes cara de buen chico y me das pena porque estás solo en el mundo.
El mukusuluba parecía escucharme y, me sorprendía porque parecía entenderme. Me miraba con sus ojos muy abiertos y podía notar su atención especial, que no lo notaría si no estuviese entendiendo lo que le decía.
- Me llamo Lia -continúe-. Mi mama me puso este nombre, porque cuando nací, a mí  madre le gustaban los nombres cortos. Vivo en esta casa con mi familia, pero, si te digo la verdad, también estoy sola. Como tú. Mis padres se hacen compañía entre sí. Tengo dos hermanas mayores que son mellizas. No hay forma de entrar a su mundo, hasta hablan de una forma que solo ellas entienden. También tengo un hermano pequeño, es muy pequeño, nisiquiera sabe caminar. No me siento tan sola cuando estoy con Cristina, que es la empleada de hogar. Con ella lo paso de lo más bien. Pero Cristina tiene novio y, claro, prefiere estar con el. Algunas veces me voy con los dos a  pasear. Víctor tiene una moto. Lo malo es que les gusta mucho ir a las discotecas y a mi no me dejan ir allí porque todavía soy menor de edad. Tengo que quedarme en casa. Cuando sea mayor voy a hacer fontanera como Víctor, y todas las tardes me iré a discotecas con mis amigas. Oye, creo que tú y yo tenemos mucho en común. Nos podemos hacer compañía mientras tanto, y a lo mejor nos hacemos amigos.

Apareció en mi ventana ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora