Regla N°1 [Denny]

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Tienes que divertirte; pero cuando termines debes ser el primero en correr.

Kyle gritaba como por tercera vez en el día, así la rutina se había creado un par de años atrás y Kenny habiendo llegado a un estado de catarsis que perturbaba al pelirrojo.
Pero no escuchaba.
McCormick se veía siempre inmerso en una sonrisa traviesa que descomponía al judío en segundos. Lo dejó ir nuevamente como cada vez que le repetía la frase de día a día:
"No voy en serio el día de hoy".

¿Cuándo cambió?
Kyle se mordió el labio al verlo salir de casa, pero no hizo algo para detenerlo. El asunto le estaba volviendo loco. Siempre regresaba fresco como lechuga, pero con montones de manchas rojas bajo el cuello de la camiseta y las pocas veces que lo había visto sin ella, estas profundizaban en caminos pecaminosos. No deseaba verlo más. No así.

Muy discordante con los pensamientos de Kenneth. Apenas le rompieron el corazón, descubrió que no había por qué entregarlo. Y lo divertido que podía ser tener el cariño de varias personas por un rato; después huir justo cuando las cosas se van tornando en serio, porque caer de nuevo era algo que se debía impedir a toda costa.
Así pues bajó de la escalinata del edificio departamental para encontrarse con un moreno de piel porcelana. Era ridículamente hermosa la manera en que su cabello azabache contrastaba con su tez blanca y cómo hacía énfasis en sus ojos avellana... Tan ¿rojos? Daba esa ilusión preciosa, la misma que te entrega el fuego de una chimenea junto a las decoraciones navideñas. El mal entre el bien, algo así lo podía describir.

El motor de la motocicleta gruñó. Damien era impulsivo, impaciente, impresionante e irracional. Todo un peligro.
McCormick sonrió con esos labios delgados suyos, con un intervalo discontinuo entre la pureza y la travesura. Descolocaba a Damien, él lo sabía.
Thorn a diferencia de muchos, era más predecible.

Kenny no tardó demasiado en ajustarse la chaqueta y devolverle el casco al moreno cuando este se lo ofreció. Tan solo se colocó tras de él y le pasó las manos por los omóplatos. Al final le rodeó la cintura y escuchó claramente como Thorn protestó.
—Vamos a divertirnos —ronroneó sobre su hombro y bastante cerca de su oído.

—El que ordena soy yo —chistó el otro, pero partió de inmediato acelerando al cabo de los primeros segundos.

—Lo que digas —rió McCormick.

No esperaba menos de ese sujeto. Podía verse como un chico malo y rudo, pero tenía sus razones... ¡Y qué razones! Casi se le cae la cara a Kenneth cuando vislumbró el precioso paraje, seguramente una propiedad en mantenimiento de su padre. Un camino tétrico y con arte gótico rebosando por todas partes. Sentía sin embargo, miles de miradas puestas sobre ambos. Lo hacía más candente e inapropiado.
Devolvió la vista tras de sí cuando Damien posó una mano tibia sobre su cintura. Le miró con recato y encogió de hombros; porque no debía parecer impresionado, siempre habría que dejarlos con el sabor de querer hacerlo mejor la próxima vez y dejarles con la duda, de si esta llegará.

Pero Damien estaba tan dispuesto a impresionarlo en aquella cita que no le importó soltarlo un momento para tomar un pedazo de madera bien firme, haciendo amago de la increíble fuerza. Kenny se cruzaba de brazos mientras miraba expectante al siguiente movimiento del moreno y este fue golpear un muro que aparentemente era rígido, hasta que se vino abajo junto con una capa de polvo que hizo toser solo al rubio. El cual rió.

—Tu turno —le entregó una roca bastante pesada.
Kenny carraspeó, pero Damien en cambio apuntó a un hermoso vitral donde las figurillas con vidrio colorado suplicaban por piedad.

Nada más divertido que romper las reglas. Sencillamente por ello había elegido a Thorn a pesar de su gran incapacidad para expresarse. Este sabía a la perfección cómo hacer que la adrenalina fluyera y que en efecto se divirtiese de lo lindo.
El crepitar del cristal fue la señal para que ambos salieran corriendo más delante, dejando atrás las columnas de piedra caliza. La luz de la luna era preciosa, pero nada tan bello como el respirar agitado de aquellos dos. Rompían cosas al azar y esa excitación febril aumentaba. Damien sonreía con saña, mientras McCormick le respondía con picardía. En algún momento, al destruir una de las docenas de columnas extendidas por todo un camino sin fin o rumbo; una de estas les hizo saltar hacia atrás y caer, uno sobre el otro, con la respiración entrecortada y el libido en sus pupilas dilatadas.

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⏰ Última actualización: Jun 27, 2016 ⏰

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