Era una mañana de agosto, y David y su hermano Álvaro, estaban haciendo las maletas para irse a pasar el mes con sus tíos, a los que no conocían de mucho, sus tíos se llamaban Carlos y Leila y sus primos se llamaban Julia y Juan fueron 3 horas de viaje hasta que llegaron a la casa de sus tíos, cuando llegaron a la casa daba un poco de miedo, pero no le dieron importancia, al entrar dentro, era enorme con las paredes pintadas de negro y decoradas con cuadros que parecían que te observaban, un escalofrío recorrió sus cuerpos.
Oyeron ruidos de pisadas y una voz de mujer que decía:
- Hola niños, vuestros padres ya se pueden ir.
Sus padres obedecieron y en un instante desaparecieron de la casa, Carlos, Leila, Julia y Juan bajaron lentamente, cuando David y Álvaro vieron a sus tíos y sus primos corrieron hasta ellos muertos de miedo, pero...
Cuando estaban a unos metros de ellos se quedaron paralizados al ver que eran esqueléticos, tapados con unos vestidos rotos, los ojos abiertos como platos, y al parecer no tenían ni pies ni piernas. Estos se acercaron rápidamente hasta donde estaba Álvaro, para darles un abrazo con sus mugrientos brazos, ellos de un brinco esquivaron los abrazos y salieron corriendo, se metieron en una habitación y cerraron con cerrojo no se veía nada, pero se oian ruidos extraños David se acerco hasta la ventana, y subió la persiana, en ese momento alguien intento abrir la puerta, David y Álvaro no supieron qué hacer, entonces localizaron un armario y se metieron en él. Alvaro vigilaban por el huequecito de la llave y David muerto de miedo se adentró más en el armario. Sintió una mano en el hombro y alguien que decía:
-¡SOCORRO!, AYÚDAME, AYUDAME, POR FAVOR, LLEVO CIEN AÑOS ENCERRADO EN ESTE ARMARIO.
Cuando se giró, vio a un hombrecillo con piel rugosa y larga barba blanca, estaba sucio y olía muy mal, David no entendía a que se refería y fue junto a su hermano con el hombrecillo al lado. Pasaban las horas y seguían buscandoles. El hombrecillo les contó todo lo que sabía de esta casa.