MIRANDA....

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Unos siglos atrás, cuentan las arrugadas páginas de un empolvado libro que reposa sobre la estantería, la historia sin final feliz de una dulce doncella de la época antigua.

Miranda, se encontraba sentada arreglando sus abundantes rizos rojizos con un delicado y tallado peine de plata, mientras admiraba su belleza frente al espejo, con aquellos ojos color esmeralda, tan profundos e hipnotizantes. Era una dama realmente atractiva para cualquier caballero y pretendientes jamás le faltaban. Desde su infancia soñó con la idea del verdadero amor; el vivir feliz con la persona que amaba, tal como su madre y su padre lo hacían, pero cuando llegó a su dulce adolescencia, sus deseos se vieron frustrados, al tener que vivir en un tiempo en el que no tenía valor el amor, sino en el dinero y el poder.

Pasaba las tardes en los jardines o leyendo algunos libros en su recamara, junto a una taza de té, en ocasiones salía a explorar la ciudad, recorriendo cada rincón de ella, en busca de algo interesante o tal vez de su amor verdadero. Era muy cercana a las mujeres del mercado y a sus amas de llaves, pues a decir verdad eran sus únicas y verdaderas amigas, debido a que las mujeres de su entorno la odiaban y le tenían una terrible envidia, lo cual no entendió jamás. Ella nunca presumió por ser bella o llamar la atención, solo deseaba una vida feliz cuando encontrara el verdadero amor.

Ya cumplida la edad para casarse, su padre estaba atento a sus pretendientes, buscando al mejor postor para que desposase a su única y amada hija, como si se tratase de un premio. Sus padres le revelaron a Miranda, su intención de organizar un baile para conocer a los diferentes caballeros que deseaban casarse con tan inocente dama, con el fin de que ella los aprobare, en un principio se negó rotundamente a tal idea; pues consideraba que la estaban tratando como algo que pudiera darse o regalarse, y no como a una verdadera mujer. Les manifestó el cómo deseaba encontrar a alguien que la amase y ella también pudiera amar de verdad; pero con esto, solo logró que su padre se enfureciera y le gritara que dejara atrás los cuentos de hadas y viviera en la realidad; pero esa no era una realidad, ciertamente era un infierno al que se le obligaba a vivir.

Su familia siempre fue respetada y de alto estatus social, así que el esposo ideal, debía ser alguien de renombre y con bastante dinero, para acoplara a sus comodidades, que a decir verdad jamás le interesaron, pues ella prefería sentimientos y no hombres superficiales. Cada vez el tiempo parecía agotarse al igual que su felicidad, ¿y si su verdadero amor estaba buscándola, mientras ella era obligada a ser infeliz por el resto de su vida?. Vaya martirio, vivía solo por una posición social sin importancia, ¿dónde quedaba la dignidad de las personas?, ¿dónde quedaba el verdadero significado de ser y amar?, pues ella no lo sabía, desgraciadamente debía resignarse.

Decidió aceptar las peticiones de su padre y fue así como el baile de cortejos dio comienzo, en aquella fría y oscura noche, donde las estrellas parecían haber desaparecido con su esperanza. Las amas de llaves estaban dándole los últimos retoques, para que se viera realmente bella para sus pretendientes y así empezara la lucha por quién se quedaría con ella por toda la eternidad. Antes de presentarse en tan lujoso baile, se postró en su ventana contemplando el paisaje y pensando en la forma de acabar con todo esto, y se le ocurrió que huir era la mejor idea. Tomó un pequeño bolso de su recamara y guardó algunos vestidos y cosas necesarias para empezar una nueva vida, sin importarle que dejaba atrás. Por la ventana arrojó a un árbol cercano sus pertenencias, que luego tomaría para escapar, ordenó a su sirviente de confianza, que preparara uno de sus caballos y él aceptó sin preguntar la razón. Llegado el momento de presentarse ante todos, bajó las escaleras de su espacioso hogar y saludó cortésmente a todos los presentes, sin que imaginaran lo que estaba por ocurrir.

Bailó algunas piezas de baile con los hombres asistentes, los cuales no paraban de cortejarla y decirle lo feliz que podría ser si aceptaba casarse con ellos. A todos los ignoraba, puesto que gran parte de ellos la superaban en edad, por no decir que todos y eso le fastidiaba. Tan solo estaba esperando el momento perfecto para escapar; pero las personas parecían querer estar con ella de manera desenfrenada, sin darle ni si quiera un pequeño respiro. Mientras conversaba abrumada con un conde, un caballero la tomo de la mano y la invito a bailar; era un muchacho joven y apuesto, el cual llamó bastante su atención y antes de que terminara la pieza de baile, el joven se acercó a su oído y le susurró: "Sé que intentas escapar", su voz acelero un poco su corazón, este le regalo una espléndida sonrisa y se alejó, dejándola perpleja por lo que acababa de decirle, corrió hacia él y lo detuvo, diciéndole:

¿Cómo se ha enterado?- preguntó con el ceño fruncido.

Daba un pequeño paseo por el jardín, cuando la vi arrojando sus pertenencias por la ventana de su cuarto señorita- respondió amablemente- la verdad he de suponer que está en contra de casarse con cualquiera de los aquí presentes.

Pues no se equivoca.-

¿Podría preguntar por qué?-

Sólo, si no se lo menciona a nadie; esta noche debo escapar, no deseo ser infeliz el resto de mi vida.-

Yo la ayudare a huir si me lo permite-Ella se sorprendió ante el comentario de aquel muchacho; pensó, pero cómo sabría si podía confiar en alguien que acababa de conocer.

Preferiría que no se viera envuelto en problemas, así que desearía hacer esto sola.-

Miranda le dio un pequeño beso en la mejilla y se alejó del lugar; saliendo de su casa afanosamente, destruyendo en el camino parte de su vestido, para poder marchar con más facilidad, tomó el caballo y se acercó al árbol a recoger sus pertenencias.

¡Déjame escapar contigo!- sorprendida observó que se trataba del joven de la fiesta.

Le he dicho que no requiero de su ayuda- y le musitó algo molesta, por favor déjeme marcharme.

Señorita, mi nombre es Alex y sería un placer huir con tan bella dama-Se acercó a ella y besó su mano con delicadeza, la cual ella apartó al instante.

¿Por qué usted también desea marcharse?-

La idea de una nueva vida lejos de mis obligaciones, me parece bastante provocativa -y exclamó -¡escapemos juntos de estas vidas!

Miranda no pudo evitar sonrojarse ante las palabras de tan encantador caballero y terminó aceptando su propuesta.

Alex y Miranda huyeron a toda velocidad en sus caballos, en busca de una nueva vida; ambos clamaban el mismo deseo y ahora pensaban cumplirlo juntos o eso suponían tan inexpertos jóvenes.

Cuatro años habían pasado desde su desaparición, sus familias no paraban la búsqueda, pues aún tenían la esperanza de encontrarlos, pero era algo bastante imposible, porque más allá de las montañas, estos jóvenes habían empezado su nueva vida. Con el poco dinero que tenían montaron un pequeño mercado, el cual les daba buenas ganancias. Lograron acomodarse felizmente en aquel lugar e hicieron grandes amistades; asistían a fiestas y bailes por pura diversión, llegaron a enamorarse el uno del otro de manera descontrolada. Ambos querían casarse y envejecer con sus nietos, pero no todo resultó como lo esperaban.

Una noche mientras recorrían su nuevo hogar, unos hombres armados les atacaron, intentaron secuestrar a Miranda, pero Alex no lo permitió, la defendió con todas sus fuerzas, pues su vida dependía de ella, porque Miranda llegó a significar todo para él; con su actuar logró disminuir a sus agresores, pero éstos antes de marcharse dispararon su arma contra este inocente hombre, el cual segundos después, cayó al suelo y cerró sus azules ojos para siempre, dando sus últimos suspiros de vida.

Miranda jamás pudo superar tan trágico hecho. Ahora vivía atemorizada por el exterior, el mundo entero y todas sus personas y se negaba a salir a enfrentarlo; no deseando continuar su vida sin la presencia de Alex. Tanta fue su pena moral, que cayó enferma un año después. Añoró por tener quien cuidase de ella y extrañó en sus últimos instantes a su familia; llegó a pensar que sus deseos egoístas la habían llevado a tan trágica vida y que si no hubiera huido, tal vez ella y Alex podrían haberse casado y vivir felices como ella tanto había deseado. Suspiró frustrada por su mala decisión, la cual le había costado la pérdida de quien tanto amó.

Murió sin un final feliz, queriendo buscar su felicidad en otro lugar, y aun cuando encontró el verdadero amor, no pudo quedarse junto a él, encontrando un fatal destino que no les correspondía, el cual los castigó con la muerte por desobedecer el orden de la vida.


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les traigo una nueva historia corta , espero que la disfruten, nos vemos pronto.

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