Su mente era un caos, lo quería, lo odiaba, lo extrañaba, lo aborrecía, pero lo admiraba, tenía un mar de sentimientos, sabía que sentía algo por él pero también sabía que no era correspondido, su sonrisa no le pertenecía, mucho menos sus insomnios ni sus suspiros, no era la dueña y probablemente nunca lo sería. Él no era el mejor hombre, mucho menos perfecto, pero para ella todo eso desaparecía, se perdía en su sonrisa, en sus profundos ojos color café, era una persona mágica, les prometo que lo era. Cada vez que hablaban todo desaparecía, todo parecía tornarse de colores tenues y mágicos, era casi como vivir en un eterno amanecer y quizá tan hermoso como un día de lluvia, todo era perfecto, hasta que recordaba que ella no era la dueña de su felicidad.