Cristóbal manejaba rápidamente por la carretera, sentía que el corazón se le iba a salir por la boca y las lágrimas que se desbordaban por sus ojos de forma abrupta no le permitían ver el camino que se extendía en medio de la espesa oscuridad, las luces de su pequeño automóvil solo iluminaban dos metros más allá y tras esos pocos metros se escuchaba un rugido aterrador y de brutal magnitud, no sabía lo que era, pero tenía claro que no podía ser provocado por un ser humano o tal vez un animal herido, pero no se explicaba el porqué de la persecución.
Ya no podría seguir huyendo por mucho más tiempo, la gasolina se estaba terminando y sus ganas de seguir también se agotaban, cuando estaba a punto de desertar sintió un golpe en el techo de su auto y luego de eso el cielo comenzó a hundirse sobre su cabeza, tomó su teléfono y comenzó a discar el número de emergencias, pero ya era demasiado tarde.
Cuando la policía lo encontró varios días después, en el medio, de la nada le faltaba un brazo y en el otro tenía su teléfono celular, donde había un mensaje que decía ''Éste es el primero de muchos''.
