No era el dolor de su partida o la soledad lo que me afectaban. Era mi corazón lo que la extrañaba con toda su esencia. Me encontraba perdido, disuelto por el mundo sin propósito alguno. Nada era igual sin ella a mi lado, haciéndome sonreír cada segundo del día, nada era igual después de su partida.
Mis labios están secos y mi estómago ruge dolorosamente ansiando comida, llevaba casi tres días en el suelo de esa habitación. El teléfono estaba apoyado en mi oreja, escuchando una y otra vez la contestadora.
Esa era la única manera de escuchar su voz.
Faltaba una maldita semana para nuestra boda, una maldita semana. Había tenido que cancelar las invitaciones y preparar un funeral, usaría el mismo traje que debía ser para mi boda, que ironía.
El alcohol quema mi garganta y mis nudillos están sangrando con intensidad, ni siquiera recuerdo haberme cortado, tampoco me duele. Tal vez había roto algo o golpeado a alguien, no me interesaba en lo absoluto.
Un sonido constante me hace levantar la vista hacia la puerta, por un segundo quise creer que era ella, quise pensar que volvería y se quedaría conmigo para siempre, soy patético.
Mi madre, una mujer mayor, cansada y desgastada por tantos años de trabajo, insiste en llevarme fuera de esa casa, me dice, por lo que tal vez era la milésima vez que no puedo seguir así y que debo salir adelante, o por lo menos salir por la puerta a pie.
"Mira como estás, faltan solo treinta minutos para el velorio" ella se queja un poco, haciendo resonar sus tacones hasta mi, acercándose. Su mirada no refleja algo más que preocupación y tristeza, yo sabía que aunque no lo demostrara, ella también estaba sufriendo.
"No voy a ir" respondo antes de volver a dar otro trago a mi botella, una gota se desliza por mi barbilla hasta caer en el costoso traje, sin embargo no me interesa.
"¿Cómo que no vas a ir?" ella repite un poco sorprendida. "Aiden, ella no va a volver, por más que te niegues a aceptarlo, ella está muerta". Las palabras queman, la culpa me invade y el recuerdo me asecha.
"¡Maldición, ya lo sé!" Mi intento por no gritar falla y termino alzando la voz mucho más de lo debido, sabía que ella tenía razón, pero yo quería que volviera, sin importar qué.
Mis ojos se cruzan por un momento y me siento algo mareado, sé que no seré capaz de levantarme por mi mismo si a penas recuerdo el número de botellas que me había tomado.
"No, no lo sabes" escupe con cierto reproche "Necesitas cerrar esta etapa de tu vida, debes caer en la cuenta de que no volverá". Susurra esta vez, sé que para una mujer con tan poco corazón, resulta difícil tener un poco de tacto.
Suspiro tratando de quitar las lágrimas de mis ojos, la última pelea que habíamos tenido aún seguía en mi mente, atormentandome.
Le dije cosas horribles.
Ella se fue con el corazón roto, pensando que yo no la quería.
"No quiero hacerlo " mi voz se quiebra y cuando me doy cuenta, los sollozos son incontrolables. Las lágrimas pronto se deslizan dentro de mi boca, dejando ese sabor salado y familiar entre mis labios.
"Oh, hijo" ella menciona con pena y por un momento me sorprendí de que no le importara manchar su pantalón de seda con el polvo del suelo, solo para hincarse a mi lado y abrazarme.
"Yo quería casarme con ella, mamá" chillo cual niño, sorbiendo mi nariz contra su blusa. No recordaba la última vez que la había llamado así y mi corazón de hunde un poco más al comenzar a darme cuenta de lo jodido que estaba. "Quería que ella fuera la madre de mis hijos"
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Broken
Teen FictionCharlotte era una niña tonta que creía que todos los corazones rotos podían ser reparados. ¿Pero cómo arreglar uno que está hecho cenizas?