Capítulo 2

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Rubén se despertó sobre las seis de la mañana para poder llegar a tiempo al avión.
Se levantó de su cómoda cama en la que a su derecha se encontraba su gata Raspberry adormilada, se vistió y revisó la maleta para ver si le faltaba algo.
Cuidadosamente bajó a su gata e hizo la cama.
Cogió todas sus cosas, incluida las llaves y se dirigió a casa de Laura para dejárselas, se asomó por la ventana que daba al salón para ver si estaban despiertos. Pero solo vio a Laura bajar a por un vaso de agua, la cual se percató del intruso.
Laura se acercó hacia la ventana mostrando a Rubén su dedo corazón mientras corría las cortinas.
-¡Hija de...! -exclamó Rubén.
En aquel instante, Laura abrió la puerta.
-¿Qué ibas a decir de mí madre, gilipollas? -dijo ella con el ceño fruncido.
-Nada, nada, te iba a dejar la llaves.
Laura se encogió de hombros aún frustrada.
-Ahora debo pensarlo, tal vez en tu ausencia queme tu casa.
Rubén mosqueado por lo que había dicho Laura decidió gritar el nombre de Ana para que ella se asomase por la ventana, y así poder saber que sus llaves están en buenas manos. Laura se acercó la Rubén y le dio una colleja y exclamó.
-¡Pero te quieres callar! ¡Qué está dormida!
Aun así, Ana despertó y abrió la ventana.
-Rubén ¿que quieres a estas horas?
-Te quiero dejar las llaves, de tu prima no me fío. -contestó Rubén mirando a Ana.
-Está bien, tíramelas, que las cojo.
Él asintió y se las tiró, Ana con buenos reflejos y jugándose la vida de caer al jardín delantero, cogió las llaves al vuelo. Volvió a entrar y cerró la ventana. Puso un papel en ella, en el cual ponía: Buen viaje, te quiero.
Rubén se despidió de al aura y subió al autobús dirección al aeropuerto.
En el autobús una chica se acercó a él.
-¡Rubius! ¿eres tú?
-Rubén instintivamente se giró hacia la voz asombrado de que alguien le llámese Rubius en un transporte público. Se percató de que quien le llamaba era una chica morena de ojos grandes y verdes, nariz achatada y amplia sonrisa.
-¡Hey! ¿Cómo me reconociste? -preguntó Rubén curioso.
En aquel momento, la chica se sentó junto a él.
-Mi nombre es Catalina pero me puedes llamar Cata. -dijo ella sonriendo. -Yo soy argentina y veo todos sus videos.
Rubén rió nervioso.
-Nunca había conocido a una fan, pensé que estando en América del Norte no encontraría a muchas personas que viesen mi canal, debido a que hablo español. -continuó Rubén.
-¿Y qué haces por aquí a estas horas? ¿También te vas de viaje?
Catalina asintió a la vez que sonreía.
-Visitaré a mi familia, me mudé yo solita aquí a California y mis padres junto mi hermanito están pasándolas en Miami.
Rubén se sorprendió, no pensó que esa chiquilla pudiese tener la edad suficiente para vivir sola.
-Espero que no te moleste esta pregunta pero ¿cuántos años tienes? -dijo Rubén un poco mosqueado.
-Recién cumplí los veinte.
Rubén sorprendido la miró.
-Aparentas menos, yo te echaba unos dieciséis. -Rubén un poco nervioso la intentó sonreír, esperando a que su respuesta no le dejase por los suelos.
-Me lo dicen mucho. -contestó Catalina riendo.
-En fin, esta es mi parada, debo pasar a buscar a un amigo. -dijo él sonriendo. -Pásatelo bien en Miami, a ver si algún día nos vemos.
En aquel momento Rubén se levantó y caminó hacia la puerta. Catalina le despidió con un beso en el aire.
Rubén sonrió y se dirigió hacia la casa de Mangel. Llamó a la puerta y él ya estaba preparado para salir.
-¿Preparado para el mejor festival de tu vida? -preguntó Rubén emocionado.
Mangel asintió y un taxi aparcó frente a la puerta. Rubén y Mangel dejaron las maletas en el maletero y subieron a él. Entonces Rubén le narró a su amigo, lo sucedido minutos antes.
Mangel le miró sorprendido y preguntó.
-Y que tal ¿tus fans son guapas?
-No tanto como Ana. -contestó Rubén encogiéndose de hombros.
En ese momento Mangel arqueó una ceja.
-Pero para esa chica haberte llamado la atención, debía de ser más guapa que Ana ¿no?
-Más guapa que Ana imposible.
Mangel le miró de nuevo un tanto serio.
-Bueno, algo tendría que te gustase, esque no, no estarías hablando tanto de ella. -continuó Mangel hablando cada vez con un tono más elevado de voz.
-Mangel, no me grites, que me doy media vuelta y me voy a dormir con mi novia.
Él le miró frunciendo el ceño.
-Pues ojalá nunca la hubieses conocido.
Rubén mandó parar el taxi, le tiró al taxista un billete de veinte dólares y salió del coche. Mangel no sabía lo que estaba haciendo, pero en un principio tampoco le importaba. Le mandó al taxista continuar la carrera hacia el aeropuerto dejando a Rubén atrás.

Sin Pistas »rdg Donde viven las historias. Descúbrelo ahora