Bajo Tierra

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Donde ambas calles se cortaban era el lugar, posiblemente, más oscuro de todo el pueblo

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Donde ambas calles se cortaban era el lugar, posiblemente, más oscuro de todo el pueblo. Era un lugar olvidado por la municipalidad y por las personas que vivían por los alrededores.

Nunca se veía circular a alguien, tanto como en vehículo o en pie, pues existía la leyenda de que allí era donde el demonio se hospedaba bajo tierra. La mayoría de las personas se lo creían, puesto que las baldosas de la vereda estaban levantadas, y no se podía decir la excusa de que las raíces de los árboles provocaban esto, porque no había ningún árbol medianamente cerca.

En esa zona no había casas en buen estado, sino algunas que se encontraban derruidas por el paso de los años en las cuales era imposible vivir. Se podría llegar a decir que la que mejor conservaba la estructura de lo que antes era un hogar de familia, era aquella que se encontraba más alejada de aquél cruce. Llamaba un poco la atención, porque además de eso al lado había un tronco bastante especial al cual, se cuenta, que le cayó un rayo y le dejó formas similares a las de unas caras gritando.

Nadie podía comprobar si ahí vivía verdaderamente un demonio enviado a la tierra para cumplir alguna malvada misión. Algunos hasta llegaban a decir que no era un demonio cualquiera, sino el mismísimo Lucifer.

Esto que puede sonar tan real para varias personas que vivían en ese pueblo, también parecía una historia irreal que solo servía para asustar a los niños rebeldes que se escapaban de sus casas y buscaban un lugar para pasar el rato solos.

La historia asustaba a la gran mayoría, menos a dos adolescentes: Allan y Catherina. Eran mellizos y casi nunca se separaban, así que cuando Catherina le propuso a su hermano la idea de recorrer aquella zona "prohibida" para todos, este no pude decir que no.

Ella le propuso la idea el viernes. El domingo ya estaban preparados para ir.

No creían que allí existiera un demonio y querían demostrarlo, además de que así tal vez dejarían de ser la burla de todo el colegio por ser mellizos. Todos pensaban que uno era el malvado y el otro el bueno.

Salieron de su casa por la mañana, así tendrían todo el día para pasear por la zona. No llevaban nada, ni siquiera alguna golosina por si les picaba el hambre. Ninguno de los dos se acordó, ya que estaban tan emocionados por la aventura que no se dieron cuenta de ello.

Se dieron cuenta enseguida que habían llegado a la zona, pues la casa con el tronco se encontraba enfrente de ellos. Las baldosas levantadas ya se empezaban a ver y se empezaron a dar cuenta que había neblina. En el pueblo siempre había niebla, pero nunca habían visto alguna que no les permitiera saber dónde pisaban como esta.

—No puedo ver nada—comentó Catherina, agarrando el brazo de su hermano para avanzar sin caerse.

— ¿Crees que yo sí? —fue la pregunta sarcástica de Allan.

Avanzaron un poco más cuando escucharon un ruido bastante extraño. No se animaron a voltearse para ver que era, así que presos del miedo se quedaron en el lugar como si estuvieran esperando que alguien se les acercara.

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