Capítulo 2

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—Pasen, pasen. No pierdan de vista el castillo y lleguen antes de que sea la hora. —Las palabras del extraño hombre no dejaban de sorprender a Adélaïde y a la vez, causarle un poco de miedo al desconocer la mayoría de las cosas que existían en aquel lugar en el que ahora se encontraban ella y su hermana.

—Espere, ¿a qué castillo se refiere? —se atrevió a preguntarle.

—Es ése castillo que se encuentra al horizonte —respondió mientras señalaba al lugar antes mencionado. La chica miró hacia la direccción que el hombre señalaba y vió el enorme castillo al que el hombre se refería.

—¿Ahí pueden ayudar a Dámeris? —Adélaïde no quería admitirlo pero estaba algo preocupada.

—¿Quién es Dámeris? ¡Yo no veo nada! —El hombre se dio la vuelta, dispuesto a irse.

—¡Espere! —Adélaïde quiso detenerlo pero apenas y dio un corto parpadeo y el hombre ya había desaparecido.

«Que hombre tan descortés».

Adélaïde volvió la mirada a su desmayada hermana, aún no despertaba y se notaba que el veneno de la extraña flor que la mordió estaba haciendo su trabajo dentro del cuerpo de Dámeris; no entendía como una clase de flor así podría existir, de hecho, la mayoría de las cosas que veía en el lugar, para ella, eran completamente imposible de que existieran.
No pudo evitar salir un suspiro de cansancio al ver lo largo que iba a ser el camino, y que tendría que cargar con el peso de su hermana, lo cual, iba a ser algo difícil para ella. Vio de nuevo a Dámeris y trató de levantarla del suelo.

Adélaïde puso el brazo de su hermana alrededor de su cuello e intentó que el peso se apoyara sobre ella para poder empezar su viaje.

No llevaba ni veinte minutos y ya se sentía cansada, además, el cielo se empezaba a nublar y era más que obvio que iba a empezar a llover. No podía evitar pensar que todo sería más fácil si su hermana no estuviera desmayada, al menos ya no tendría que estar cargando.

—¡Atalapastruka estruka dukra!  —Como si hubiera realizado una clase de invocación, su hermana despertó agitada y gritando incoherencias, lo que causó que Adélaïde se asustara y acto seguido, la dejó caer al suelo.

—¡Auch! Que linda forma de recibirme —se quejó Dameris.

—Parecía que se te había metido alguna clase de demonio —se excusó Adélaïde a lo que Dameris simplemente rodó los ojos sin creerle a su hermana.

—Vamos, tenemos que irnos. —Adélaïde ignoró el acto de su hermana y la ayudó  a que se levantara.

—¿A dónde vamos? —inquirió Dámeris

—A ese castillo —indicó hacia la dirección ya mencionada y Dámeris la vio confundida pero su hermana le dio a entender con la mirada que era mejor no preguntar. Con Dámeris despierta, el viaje ya no sería tan pesado, o al menos, Adélaïde creyó eso...

Sólo  llevaban cinco minutos de viaje y los efectos alucinógenos de la flor que mordió a Dámeris, estaban cada vez más fuerte.

—¿Hola? ¿me escuchan? ¡1, 2, 3! ¡PROBANDO! ¿¡ME ESCUCHAN!? —Dámeris empezó a gritar, y al parecer, tratar de hablarle a alguien que no estaba ahí.

—Nadie te va a responder...—Adélaïde  ya  estaba perdiendo la paciencia y lo único que quería era llegar a un lugar donde hubiera personas más normales, incluso ya estaba empezando a considerar la opción de noquear a su hermana y llevarla cargando el resto del camino.

«Pero sería más cansado».

Pensó una vez más su plan y al final decidió tratar de distraerse con otra cosa pero su hermana empezó a reírse como desquiciada y Adélaïde perdió la poca paciencia que le quedaba —si es que le quedaba alguna—.

El Reino de AnandiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora