¿Favoritismo? Pfff... ¡Qué cierto!

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¿Qué es eso? Ya ni siquiera me lo tengo que preguntar (hace años que no lo hacía), es mi hermano, molesto y testarudo con su guitarra. ¿Por qué tenía que ser el hermano de alguien tan pacífica como yo? Eso tampoco me preocupaba hace mucho, pero procurar entender cada una de las palabras de mi libro escuchando el horrendo sonido de su guitarra es no solo un reto, sino que un sufrimiento. Decido levantarme.

-¿Puedes bajar el volumen? –le pregunto, claramente sin obtener respuesta.

Le golpeo la cabeza para llamar su atención. Me mira y vuelvo a formular la pregunta.

-¿Puedes bajar el volumen?

-No sé si pueda –duda un momento antes de seguir-, o quiera.

Genial, otro momento clásico de Jason, no hace lo que le pido, no entiendo que tiene en contra mío, es mi hermano quiera o no. No le hago nada. En fin. Me voy de su habitación intentando no enojarme (pero es algo que, simplemente, no me sale). Cierro su puerta con un portazo y respiro hondo; me calmo un poco.

Me propongo volver a la lectura, pero lo pienso mejor y voy a la sala de estar, para... Ya saben, pasar tiempo con la familia, supongo.

-Lara, ¿qué ha pasado ahí arriba? –es la voz de mi madre, una mujer con todas las pintas de ser una modelo, pero no, solo es una ama de casa. Me quedo unos segundos mirándola fijamente-, ¿me vas a contestar?

No lo hice. Porque de pronto papá está bajando las escaleras, en una llamada. Una llamada que, por supuesto, no puede tener ninguna voz de fondo. Eso me molesta, es decir, le importan más sus clientes (es abogado) que su propia familia.

Está hablando con su socio, John, el tipo más idiota que te podrás cruzar jamás en tu vida. Pero claro, nadie lo decía jamás.

-Claro, me importa el caso...

-No lo sé, no sé cómo podemos asegurar su libertad.

Empecé a susurrarle a mamá si precisaba algo. Y papá lo hizo, hizo eso que tanto me molesta, me hizo callar. Digo, todos tenemos derecho a hablar, pero eso no parecía importarle a mi padre, un gran abogado de Brooklyn.

-En una hora estoy ahí –dice mi padre-. Claro, estaré ahí.

Corta la llamada, y fija su atención en mí. Siempre hace eso, corta y parece volver al mundo real, me enfurece mucho.

-¿Qué pasó arriba? ¿Qué fue ese portazo?

-Jason y su excesivo volumen –musito.

-¿Me explicas cómo es que te molesta tanto un poco de música? –pregunta él.

Ese era el problema, que al ser Jason el primogénito tenía todo el favoritismo de papá, todo lo que él hace está bien, Jason puede escuchar música (o tocarla) a sus anchas. Solo por nacer primero.

-Ya, entiendo, nunca va a ser Jason el que se equivoca.

Subo corriendo las escaleras para internarme en mi propio mundo.


ESTA NO ES MI VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora