Prólogo

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|Prologo|

Era un día como cualquier otro para Kaitlyn Briel, se había levantado de su cama a las cinco de la mañana, desayunado lo que su madre le había preparado y su chofer la había llevado a la academia a las siete en punto. Se encontraba en el aula de literatura rodeada de sus ¨amigas¨, estas como era costumbre estaban hablando del dinero que se gastarían al salir por fin de las clases, ese era el último día y luego por fin serían las vacaciones de verano. Briel las oía hablar, pero no les prestaba ni un ápice de atención, por la simple razón de que no le interesaba de lo que estaban hablando, sólo quería que fuera la hora de salir de la academia para poder irse a casa de su mejor amiga Kyara.

- Kaitlyn, ¿te unes? — Le preguntó Aileen Cooper, era una de las que mejor le caía en esa academia, era la única que consideraba su amiga en ese lugar, las demás sólo medían a los demás por la cantidad de dinero que tenían sus padres.

- ¿Unirme a qué? — No sabía de qué estaban hablando para poder darle una respuesta.

- Irnos a comprar unos vestidos para la fiesta que darán mis padres esta noche. Te lo había comentado hace semanas, me dijiste que tus padres irían... — Mencionó Aileen retocándose el labial, era hermosa, de cabello tan rubio casi llegando al blanco, con ojos verdes tan grandes como expresivos, con una nariz pequeña y recta, sus labios carnosos en forma de besos, con una hermosa piel blanca y pálida (no tan blanca como la piel de Briel).

- Mi familia y yo iremos a la fiesta de tus padres, pero no podré acompañarlas en las compras, tengo algo importante qué hacer esta tarde.

- Kaitlyn, sabes que me encanta tu opinión cuando me compro ropa, tienes el mejor gusto en ropa.

- Eso es verdad. Tienes muy buen ojo con las combinaciones. — La que habló esta vez, fue Lysa Brown, de cabello castaño y ondulado, ojos pequeños y cafés, boca pequeña y nariz recta.

Briel las miró, de verdad no le apetecía ir de compras, ni tampoco ir a esa dichosa fiesta, siempre se aburría en ellas sin Kyara. Todas las chicas que frente a ella se encontraban que eran cinco la miraban con una sonrisa, esperando la respuesta final de esta.

- Está bien. Sólo tengo que avisarle a mi chofer que me iré con ustedes para que no venga a buscarme. — Contestó al fin con una sonrisa falsa, que había estado perfeccionando desde que llegó a esa academia. A todas las chicas se les iluminaron los ojos.

- Que bien. Te irás conmigo. — Casi gritó Aileen.

El profesor dio por terminado el último día y les deseó unas hermosas vacaciones a todos los estudiantes. Todos se pusieron de pie alegres de que por fin ya estaban libres para poder hacer lo que quisieran. Briel les dijo a las chicas que le dieran un momento, ella saldría a llamar a su chofer para poder irse con ellas. Las dejó en el aula recogiendo sus laptops.

Agradecía que ese día sea el último, no aguantaba estar más con esas personas tan superficiales, no hablaban de otra cosa que no fuera de comprar cosas innecesarias para ellos, de contar lo que tenían o de acercarse a ella por el estatus de su familia, la única razón por la que no ha ejecutado su idea de irse a la escuela pública en donde estudiaba su mejor amiga era porque Aileen hacía que los días fueran más llevaderos.

- Que tonta, olvidé mi celular en mi mesa. — Habló, Briel, reprendiéndose por la torpeza.

Estaba a punto de abrir la puerta del salón de clases cuando escuchó las risas de sus amigas.

- De verdad que eres malvada, Aileen. Decir que te gustaba la opinión de Kaitlyn en ropa. — Inquirió Lysa.

- Bueno, tú me seguiste la corriente, que es peor, además de que sabes que tengo que mantener ese rollo de que me cae muy bien. — Aileen suspiró. — Es agotador tener que tratarla. No encaja para nada con el estatus social que tiene.

- Pero, tienes que hacerlo, sabes que tus padres se benefician de eso. — Habló ahora Madisson Hart.

- Lo sé. Es sólo por eso que le continué hablando luego de conocerla en primaria. El señor Walker deposita cantidades fuertes de dinero a la compañía de mi padre sólo porque me llevé bien con su hija tímida y sin amigos.

- ¿Eso es verdad? — Preguntó Lysa.

- Claro. Si no fuera porque mi padre me ruega para que la trate como mi mejor amiga por el bien de su compañía, no lo haría. Kaitlyn es tan estúpida como rica. — Aileen se carcajeó. — Pobre ilusa.

- Que mal por ti. Nosotras la vemos en las horas de clases y algunas veces fuera de la academia, pero tú debes verla casi todos los días.

- Sí. No saben lo cansado que es, tener que sonreírle todo el tiempo a esa perrita.

Briel escuchaba a un lado de la puerta seria y sin ninguna expresión, le sorprendía un poco lo que acababa de escuchar, pero le daba igual, eso le daba la última razón que necesitaba para irse de ese lugar lleno de gente superficial. Las chicas salieron riendo del aula, pero al ver a Briel a unos centímetros de la puerta se quedaron petrificadas. Aileen se acercó a ella, aterrada porque la haya escuchado.

Sin decir una palabra Briel entró y buscó lo que se le había quedado encima de su mesa, tomó sus cosas y salió de ahí con un gesto ausente.

- Kaitlyn...

Esta se detuvo y la miró.

- ¿Qué pasa?

- Em... ¿no irás de compras con nosotras? — Preguntó esta, teniendo la esperanza de que lo hubiera escuchado.

- No. Me iré a casa. — Contestó despacio, mirándola a los ojos con tranquilidad.

- Pero... creí que dijiste que irías.

- Ya no. — Suspiró y sonrió. — Ya no quiero molestarte más con mi presencia. Debió ser cansado tener que aguantarme todo este tiempo. Pero ya no tienes que preocuparte más por eso.

- Kaitlyn, sólo bromeaba con lo que decía.

- No. No lo hacías. Bueno, adiós, chicas. No las inquieto más.

- ¿Le dirás esto a tus padres?

Briel sonrió y se dio la vuelta para irse, pero no pudo porque Aileen la tomó del brazo con suavidad.

- Si lo haces, mi padre tendrá muchos problemas para reponerse de nuevo. — Dijo, mirándola con súplica.

- Que mal por él. — Se soltó del agarre. — Adiós Aileen, espero que puedas aprender a vivir con pocos recursos desde ahora.

- Eres más perra de lo que pensé.

Sonrió y volvió a darse la vuelta, esta vez logrando irse. Por supuesto que no le diría a su padre, no arruinaría el sustento de una familia sólo porque su padre y su hija eran personas hipócritas. Aunque sentía un pequeño punzón de dolor en el pecho por haber perdido una amiga que nunca la consideró como tal y sólo la usó para beneficiarse de lo que conllevaba ser hija de Bruno Walker y Gabriela Walker, dueños de un gran emporio. Sin embargo le alegraba no tener que volver a esa academia, porque sabía que ese día sería el último que pisaría ese lugar.

Amor ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora