CAPÍTULO 2: PALABRAS DESDE EL CORAZÓN

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Francisca la miraba con aire de preocupación.

—Me alegra que las cosas entre Petra y tú se hayan arreglado, pero, ¿estás segura de que no le contará a nadie lo que tú... bueno, eso?

—No te preocupes, Francisca, sé que Petra no me delatará, la conozco bien, y hasta ahora no me ha fallado, confía en mí —rogó Celia, tomando las manos de su hermana.

—Yo lo único que quiero es que estés bien —aseguró Francisca—. ¿De verdad has superado esos sentimientos por Petra?

—De verdad —mintió Celia—. Es mi mejor amiga y nada más —añadió con una sonrisa triste que su hermana no supo interpretar bien.

—Pues... si tu corazón vuelve a estar libre, tal vez te enamores de Víctor Dumas cuando venga, os llevabais muy bien por carta, ¿no?

Celia se rio con la ocurrencia de su hermana. Enamorarse lo veía complicado, pero sí sentía ilusión por conocerlo en persona. Y tan emocionada estaba con su visita, que acabó contagiando a Petra, y convenciéndola para que la acompañase al Ambigú, donde había quedado con Dumas. Petra se sentaría en otra mesa, para observar a distancia y rescatarla si resultaba ser un "viejo verde", dijo textualmente.

Y allí estaba Celia, esperando un tanto nerviosa en una de las mesas del Ambigú, mientras que Petra lo hacía en otra. Cada vez que entraba un hombre, Celia alzaba la mirada para descubrir si se trataba de Víctor Dumas. Después de diez minutos, un hombre de mediana edad cruzó el umbral. Celia pensó que finalmente era él, su aire de hombre culto y refinado encajaba con lo que ella tenía en mente, su elegante traje, su bastón, su bigote y su barba canosos... ¿pero quién era la joven que lo acompañaba?

Celia se levantó de la silla instintivamente, llamando la atención de la pareja, que la miró y se acercó a ella.

—¿Señorita Silva? —preguntó el hombre quitándose el sombrero.

—Sí, ¿Víctor Dumas? —Él asintió con una sonrisa y le tomó la mano para llevársela a los labios.

—Es un placer conocerla finalmente —aseguró en francés sin dejar de mirarla.

—El placer es mío —replicó Celia en el mismo idioma, un poco abrumada por la situación. Tras unos segundos, Dumas reparó en la presencia de la joven que estaba dos pasos detrás de él, y la instó a ponerse a su lado.

—Ella es Clarisse Le Brun, mi... —Dumas no encontraba la palabra en español.

—Su intérprete, encantada de conocerla, señorita Silva —añadió la mujer con ligero acento francés y una amplia sonrisa.

—Igualmente —logró pronunciar Celia, que se había quedado prendada de los ojos increíblemente azules de aquella mujer. A Clarisse no le pasó desapercibido este detalle.

—El señor Dumas es un erudito en su campo, pero no domina el español como le gustaría, así que me pidió que le acompañase en este viaje.

—Sin la señorita Le Brun estaría un poco perdido cuando viajo —explicó Dumas en francés—, el alemán y el español se me resisten.

—No se preocupe, conmigo puede hablar en francés —replicó Celia en el idioma galo.

—Parece que tienen las dos en común el dominio de los idiomas —dijo Dumas entre sonrisas.

—Eso parece —declaró Celia un poco ruborizada.

«No sólo eso... creo —pensó Clarisse en su interior.»

Los tres mantuvieron una animada conversación durante casi una hora, tiempo en el que Petra no pudo evitar fijarse en la desconocida. ¿No se suponía que la cita de Celia era Dumas?, ¿quién demonios era esa mujer tan rubia y tan elegante?, ¿y por qué le molestaba ver a Celia reír con ella?

Pudo haber sido [Petrelia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora