Él era Jeremy Barnes, el nuevo enfermero practicante de la facultad. Desde su llegada, el caso de alumnas "accidentadas" o "enfermas" había aumentado notablemente en nuestro hogar de estudios. ¿Extraño? Para nada. Todas estaban felices de padecer algún dolor para ser atendidas por el nuevo ultra-hot enfermero. Y yo no era la excepción. Bien ¿Qué adolescente con todas las hormonas revueltas no se derretiría por él? Con al menos 1.85 de altura y un cuerpo muy poco común al normal de los enfermeros, hasta a la profesora más recatada hacía suspirar. Su cuerpo totalmente bien trabajado, sumado al estratégico ajuste del uniforme reglamentario lo hacía lucir como el chico más sexy de la facultad, remarcando cada parte de su bien dotado cuerpo. ¡Vivan los diseñadores de aquellos lindos uniformes! ¡Viva!
Como dije anteriormente, yo no era la excepción. Sin embargo, a diferencia del resto, aún no inventaba ningún dolor falso para tenerlo cerca. Yo estaba planeando un juego distinto.
- ¿Estás segura que resultará, Gigi? -preguntó Melissa a mi lado.
- ¿Y si te culpan a ti y luego te expulsan? -ahora fue el turno de Rocío.
Mis dos mejores amigas estaban notablemente más preocupadas por mí, que yo misma.
- Chicas, solo será un accidente. No tiene por qué haber un culpable, pero haré lo posible para que él sienta la culpa -sonreí de la forma más inocente posible.
- Tú y tus malévolas ideas, Gi. Ya estoy sintiendo lástima por el pobre enfermero.
- Lástima es lo que menos debes sentir, Mel, al fin y al cabo, ambos disfrutaremos -Guiñé un ojo en confirmación y seguí mi recorrido con ambas siguiéndome el paso.
Y esa era yo. Gisselle Dakor, con 18 años ya había vivido más de lo que quizá hubiese deseado. A mi corta edad, el sexo era una de mis cosas favoritas, por ende, era experta en relaciones-sin-compromisos. Sí, quizá ahora estés pensando «vaya, que perra», sin embargo no me considero aquello. Las perras son esas chicas necesitadas y de baja autoestima, que lo ocultan metiéndose con cuánto chico tengan enfrente y que las pueda hacer sentir queridas, al menos por una noche. Tienen además el impulso de usar ropa una o dos tallas más pequeña, no me mal entiendan, la mayoría tiene cuerpos de infarto, pero son tan inseguras de sí mismas que no hayan mejor manera que mostrar su cuerpo para atraer más a los hombres y sentirse deseadas. Por el contrario, yo soy segura de mí misma, no necesito usar minifaldas o escotes presuntuosos para que los chicos se fijen en mí. No tomo el sexo como una necesidad, sino que lo hago como un pasatiempo, la forma más natural y económica para relajarme y pasar un buen momento, sin caer en la necesidad por el otro, obviamente. Es por eso que mis relaciones sin compromiso no duran más de dos noches como máximo y no necesito de ellas a cada momento. Tengo la capacidad para dejar de acostarme con algún chico todo el tiempo que estime conveniente. Además, existen muchas formas de divertirme un poco en la intimidad de mi habitación sin un chico al lado, supongo que lo entienden.
- Bien, ahí viene. Recuerden mantenerme entretenida ¿Sí? Tiene que salir lo más natural posible -le pedí a mis amigas sin dejar de mirar al frente.
Y ahí venía el, con su uniforme azul marino en una entretenida charla con el profesor de anatomía. Era la hora del break y por lo que pude observar semanas anteriores, todos los Lunes almorzaba en la facultad. Lamentablemente para mí, siempre se sentaba al otro extremo del gran casino por lo que era casi imposible verlo en esa hora. Sí creían que me intención era sentarme más cerca de él, están equivocados. La verdad es que mi plan para no era exactamente sentarme a comer.
Antes de que Rocío terminara de contarme su fin de semana, fuimos interrumpidas. Bingo. Un choque de frente provocó que mi bebida se derramara sobre la blanca camisa. Deslicé mi mirada desde mi amiga hacía la camisa para ver cómo esta se teñía de rojo y se pegaba por completo a mi piel, dejando traslucir el brasier color vino que llevaba puesto.
- ¡Como no te fijas, idiota! -exclamé sin mirar al culpable aún.
Un gemido de disgusto salió de mis labios al tiempo que alzaba mi mirada para verlo y... Doble bingo, su mirada estaba fija en mi húmeda camisa. Pero antes de deleitarme en el momento, proseguí con el plan.
- ¡Dios! Lo siento, no quería llamarlo idiota, es solo que... -fui interrumpida.
- No... Yo... -aclaró su garganta, avergonzado me miró a los ojos- Yo lo siento, venía distraído y no la vi. Yo...
- No se preocupe, esperaré a que seque y...
- ¡No! -nuevamente me interrumpió, no puede quedarse así, además puede coger un resfriado con la blusa húmeda... acompáñeme, por favor -Dios, iba a morir con su caballerosidad. Sus claros ojos me veían con sincero arrepentimiento. Rayos, me estaba sintiendo mal.
- Está bien -sonreí agradecida, intentando echar al fondo mis sentimientos de culpa- chicas, las busco en cuanto acabe -ellas asintieron y oí la voz del profesor de anatomía a mis espaldas.
- Jeremy, te guardaré un asiento para cuando vuelvas -le ofreció amablemente.
- Muchas gracias, profesor. Vuelvo enseguida.
Comenzamos a caminar entre toda la gente del casino y pude observar como todas las chicas volteaban a ver al enfermero, mentalmente sonreía al ver sus miradas de envidia hacia mí. Al llegar a la puerta la abrió para mí como todo un caballero y yo le sonreí genuinamente. La enfermería estaba en el lado opuesto del casino y tomando en consideración lo enorme que era la facultad, tardamos casi cinco minutos en llegar. Cinco minutos en que lo único que se oía eran nuestros pasos y respiraciones. Cuando al fin nos detuvimos frente a la puerta él sacó un manojo de llaves y abrió la puerta, nuevamente dejándome entrar primero.
- Vaya, jamás creí que mi primera vez en la enfermería sería por una camisa mojada -él rió suavemente ante mi comentario, era la primera vez que oía su risa.
- ¿Jamás habías venido? Que chica tan fuerte -noté algo de burla en su voz y me giré para verlo, efectivamente era así. Le devolví la sonrisa.
- Podría decir que sí, son muy pocas las veces que me enfermo y cuando me siento mal prefiero quedarme en casa, santo remedio -él sonrío nuevamente y pareció querer decir algo pero se detuvo.
- Bueno, creo que por aquí he visto algo que puedes usar... -pasó por mi lado hasta el fondo de la pequeña sala, donde estaban ubicados tres estantes metálicos. Abrió uno y buscó entre las cosas en su interior sin hallar nada. Lo mismo pasó con el segundo, hasta que en el tercero lo encontró.
- Ten -dijo extendiendo algo blanco. Lo recibí y extendiéndola solté una carcajada.- ¿Qué es tan gracioso? -inquirió elevando sus cejas.
- No puedo usar esto -respondí aún con la sonrisa en mis labios- Me quedará chica.
- Solo pruébatela ¿Sí? Será mejor que andar con esa mojada. Por favor -me sorprendió un poco su forma de pedírmelo y luego de mirarlo por un momento fui detrás del vestidor.
Desabroché mi camisa deseando que él lo hubiese hecho, me sequé con la parte que no estaba mojada y la dejé sobre el fierro que sostenía la cortina, luego me puse la otra; mirando mi reflejo noté que era una mala idea. Es decir, quizás para usarla fuera de la facultad sería apropiada, pero me quedaba apretada y eso probablemente no le agradaría a la directora con sus rigurosas órdenes al momento de vestir.
- ¿Y? -oí su voz desde el otro lado del vestidor.
Maldita sea. Estaba justo ahí, con estirar mi mano podría agarrarlo de su bonito uniforme y hacerlo entrar junto a mi. Podría...