Epílogo

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La Navidad era una época preciosa para casarse. Dean no podía dejar de pensar en eso mientras se miraba en el espejo del cuarto en el que estaba esperando a la novia. Después de colocarse la pajarita, se volvió para mirar a sus hermanos, también vestidos de esmoquin. Nunca los había visto tan elegantes. Tras las ventanas emplomadas, el sol empezaba a ponerse, bañando la iglesia con una luz dorada.

En ese momento, escucharon las notas del órgano. La iglesia estaba abarrotada de familiares y amigos. Su madre estaría llorando en el primer banco, su padre sonriendo orgulloso porque su hijo iba a casarse. La familia de Lena había llegado una semana antes a Marigold y sus dos hermanas serían las damas de honor.
Todo estaba saliendo perfectamente. Solo faltaba una persona.

La novia.

Nadie sabía dónde estaba y Dean empezaba a ponerse nervioso. Se decía a sí mismo que no debía preocuparse, que las novias siempre llegaban tarde, pero sabía que Lena era famosa por su puntualidad.

La última vez que las damas de honor la habían visto estaba en su casa, haciendo las maletas para la luna de miel. Dean la había llamado dos veces, pero estaba puesto el contestador. Faltaban cinco minutos para que empezara la ceremonia, cinco largos minutos, cinco minutos interminables.

—¿Dónde demonios está? —murmuró, mirando a Finn.

Él era el culpable de todo, pensaba. El era quien lo había retado a salir con Lena. Pero su hermano se encogió de hombros.

—Cálmate, hombre. Llegará enseguida.

—¿Cuándo? ¿Cuándo va a llegar?.

—¿Quieres calmarte de una vez? Nunca te había visto así.

—Tengo razones para ponerme así —murmuró Dean.

—¿Tienes miedo de que no venga?.

—Sí.

—Te entiendo —sonrió Finn.

Y era cierto. Pero Dean no quería hablar dé Violet Demarest en ese momento. Cuando miró a su hermano Cullen, este estaba sonriendo.

—¿Y tú de qué te ríes?.

—De nada —contestó su hermano pequeño.

—Espero que no te estés riendo de mí. Porque te he visto con Isabel Trent.

Cullen se puso colorado.

—No sé de qué estás hablando.

—Ya. Te he visto entrar con ella en la iglesia. Y tenías cara de atontado.

—Dean, no te pongas nervioso —intervino Finn—. Lena vendrá. Vendrá porque, por alguna misteriosa razón, se ha enamorado de ti.

Pero Dean no podía dejar de mirar su reloj. En ese momento, alguien llamó a la puerta.

—Ya está aquí —anunció su hermana Tessie—. Venga, tenemos que empezar.

Solo entonces él se dio cuenta del miedo que había pasado, pensando que Lena lo dejaría plantado en el altar. Solo entonces entendió la profundidad de su amor por ella. Solo entonces entendió cómo deseba unir su vida a la de aquella mujer.

—¿Qué ha pasado?.

Tessie sonrió.

—Se le paró el coche en medio de la calle y ha tenido que venir corriendo.

Finn soltó una carcajada y Dean sonrió, nervioso. Solo quería que aquello terminara pronto para que Lena y él pudieran embarcarse en su nueva vida.

Los Lawson se colocaron frente al altar y el organista empezó a tocar la Marcha Nupcial. Y entonces apareció.
Lena Parker.

La había visto vestida de blanco muchas veces, pero nunca la había visto más guapa que aquel día. Una corona de flores blancas adornaba su cabeza y el vestido blanco de seda se ajustaba a su cuerpo como un guante. Llevaba en la mano un ramo de gardenias blancas y Dean pensó que nunca se cansaría de mirarla. Iba caminando lentamente por el pasillo de la iglesia, hacia él, hacia su futuro. Y en cuanto estuvo cerca, él tomó su mano.

—Creí que no ibas a venir.

—¿De verdad? —sonrió Lena—. ¿Después de lo que me ha costado arreglarme el pelo?.

Dean la miró a los ojos. No, nunca se cansaría de mirarla.

—Te quiero, Lena. Quedate conmigo y no me dejes nunca.

—Te quiero, Dean —dijo ella, sonriendo con ternura—. Me quedaré contigo y nunca te dejaré.

Los dos se volvieron hacia el sacerdote, llenos de amor, llenos de alegría, llenos de esperanza. Porque los dos conocían el reto que los esperaba y los dos sabían que nunca más tendrían que apostar.

 Porque los dos conocían el reto que los esperaba y los dos sabían que nunca más tendrían que apostar

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Fin.


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