Se permitió soltar un suspiro de molestia, era la cuarta vez que miraba esa imagen. Esa maldita fotografía que taladraba en su pensamiento. ¿Porqué? ¿Porqué tenía que afectarle tanto eso? No lo entiendía o si lo hacía pero intentaba ignorarlo. Y es que no podía evitarlo, si estaba en todos lados, salió en todos los sitios posibles y en su cabeza se repetía una y otra vez, de distintas formas, en cámara lenta, rápida, la sencilla imagen e incluso otras cosas que solo habían pasado en su mente.
Tragó en seco, algo parecía clavarse en su pecho con fuerza, dejandole sin aire, dolido como si algo lo hubiera atravesado justo en el centro de su corazón. Se detuvo al ver por quinta vez la imagen, ahora de mayor tamaño percibiendo nuevamente como el nudo en su garganta le ahogaba. Estaba estático, congelado como si el tiempo se hubiese detenido solo para contemplar la fotografía. Ahí estaban los dos, Pablo y Domènech, dándose el famoso beso que logró explotar las redes. Cuando logró volver del trance descubrió que su cara estaba húmeda, observó su reflejo en la pantalla del ordenador y efectivamente era lo que más temía; lágrimas. Dejó escapar unos leves sollozos, casi inaudibles.
El no odiaba a Xavier, por supuesto que no lo hacía, en cierta forma ambos se llevaban muy bien incluso podía decirse que eran amigos, el trato entre ambos era muy cordial de vez en cuando elogiando al otro. El siempre mostró compañerismo con el mayor y, por ende, este le correspondía de la misma manera. Pero entonces ¿Porqué no quería verle? ¿Porqué su imagen le molestaba, sobre todo en esa foto?
Pablo, ajeno a lo que sucedía en la sala del apartamento, buscaba a Iñigo. Era raro no ver al menor cuando se levantaba, él siempre estaba allí a su lado después de dormir juntos y era raro no encontrarlo a su lado ya sea durmiendo plácidamente abrazado a su cuerpo o despierto revisando sus apuntes en la libreta que siempre colocaba sobre la mesa de noche. Lo encontró mirando fijamente el monitor por lo que supuso que estaba concentrado en algo.
Sonrió al ver que no había notado su presencia -Hey, Eneko. Me has dejado solo hoy... -se interrumpió abruptamente al notar que el menor temblaba un poco, su voz se apagó -¿Qué tienes?
La pregunta quedó en el aire, Iñigo no respondía, se acercó para tratar de averiguar que estaba sucediendo. Al estar más cerca pudo apreciar las lágrimas que resbalaban por su rostro y sus ligeros temblores. Puso su mano en el hombro de su compañero, apreciando aquello que era la causa de su llanto. Apretó los labios con fuerza, se quedó sin palabras.
-Iñigo... -murmuró despacio, casi nunca de quedaba sin palabras como en ese momento, se estaba sintiendo de forma horrible. Había hecho llorar a su pequeño Eneko,a su compañero, a su amigo...su ángel.
El menor se volteó para mirar con sus ojos llorosos a Pablo, para luego refugiarse en los brazos de este que evidentemente lo recibió con calidez. -Pablo, no me sueltes -rogó quedamente buscando aferrarse aun más al cuerpo contrario.
Las palabras no salían, le era imposible articular cualquier frase. Deseaba recuperar el aliento, pedir una y mil veces disculpas por haberle lastimado de esa manera, se vio a si mismo siendo cruel, se odió. Tratando de decir algo respondió con un hilo de voz -No me iré, Iñigo. Te lo juro. -fue lo único que pudo decir pues el nudo en la garganta no le dejó hablar más.
Iñigo alzó la vista para verle a los ojos buscando su refugio en estos, la mirada de Pablo lo hacía sentir protegido. El mayor se perdió en esos lindos ojos llorosos que solía apreciar inmutables a través del cristal de las gafas, su vista bajó hasta sus sus labios que temblaban levemente. Su mano le sostuvo de la mandíbula para besarle lo más dulce que pudo, lento como si fuera la primera y la última vez que pudiera besar esos suaves labios. Le besaba lentamente que su movimiento era apenas perceptible, atrayendolo al sofá que estaba más cercano a ambos, pero sin ninguna intención de despojarlo de sus ropas.
Quizás eso se fuera absurdo el ver a dos hombres mayores -aunque uno de ellos no lo aparentara- besándose y acariciandose en un sofá como si fuesen un par de adolescentes sin siquiera intentar desnudarse, pero igual en ese momento ninguno de los dos lo sentía así. Pablo se limitaba a besarle como si no existiese tiempo con tanta ternura que hacía estremecer al menor en cada movimiento. Cubría su cuello de besos para después volver a subir reclamando nuevamente esos labios, Iñigo correspondía con dulzura, esos besos lograban borrar cualquier rato amargo. Estaba seguro de algo, nadie nunca sería besado por Pablo como el, nadie recibiría las atenciones que Pablo le propiciaba. Porque el era de Pablo y Pablo era suyo.
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Pan con Azúcar [Pabliñigo]
FanfictionLos dulces pensamientos de Pablo hacia Errejón en plena madrugada, recordando aquello que hizo que sus caminos se cruzaran. (Advertencia, fic con alto contenido de diabetes)