El cielo estaba cargado de racimos maduros de nubes a punto de estallar en estruendosa tormenta, era tal la oscuridad que habitaba entre aquellos racimos que se podía sentir la humedad con solo posar ligeramente los ojos sobre él. El viento estaba tan tranquilo como un león enjaulado y un mechón leonado entró por la ventana entretejiendo escalofríos en su cuerpo.
Él ya venía, ella podía sentirlo.
Podía imaginárselo caminado mientras su rechoncha cabeza balanceaba un sombrero y su traje cerrado al vacío rechinaba. Imaginaba las calamidades que debía sufrir su bastón con cabezal de serpiente con solo sostener su sudorosa mano y ya no digamos aguantar su peso.
Él tenía una curiosa forma de caminar, pudriendo todo lo vivo a su alrededor y haciendo que la poca estancia de los que quedasen fueran segundos de suplicio, el olor a muerto lo rodeaba de manera que semejaba una perfecta y apretada bola de nieve, nieve sucia y de color orina.
El tío Vyrus no siempre había sido la reencarnación del demonio mismo, algún tiempo sus mejillas se vieron pintadas por una sonrisa despistada con olor a limón, su aura era blanca y los olores de la juventud se mezclaban a su alrededor formando una sinfonía magistral de la latente vida que se hallaba dentro de lo que en un futuro no tan lejano sería la cárcel mortal de un monstruo.
¡Cuánta suerte tenía la madre de Riza madre por siempre estar inconsciente cuando él aparecía!, o dicho de una mejor manera ¡Cuánta mala suerte tenía ella misma de que ante la inconciencia de su madre siempre el instinto de todos los presentes durante la calamidad fuera llamar a ese hombre!
Laya, su madre, se extendía medio desnuda y con su cabello huracanado en el pórtico con una interesante expresión en la cara y una botella ámbar al lado, se podían observar restos de lágrimas en sus mejillas y saliva seca en las comisuras de sus amarillentos labios. Aquellos desmayos ya no eran una sorpresa, eran más como una especie de competencia por ver cuantos días se podía mantener en pie aquella madre que en el pasado había sido una ciudadana integra, noble, de tez sonrosada y oscuro cabello. Cuando la sirviente arribó a la casa por la mañana siguiente, después de haber sido Laya vencida por varias botellas en una batalla épica digna de los caballeros de antaño, se encontró con su señora en aquella incómoda posición y para peores, no despertaba.
Se apresuró a llamar al señor Vyrus, pero se encontró una serie de eventos inesperados, como la señorita Riza abalanzándose sobre ella antes que alguien en el otro lado de la línea pudiera contestar, después de encerrar a la señorita en la biblioteca, se dispuso a llamar de nuevo, cuando, dr pronto, la línea se cortó. Al salir a revisar los cables se encontró con que la pequeña había cortado, literalmente, los cables.
-¿Pero, qué le sucede?-preguntó entre asustada y enojada, la sirviente con tono de voz severo que no logró acobardar el espíritu libre y salvaje que la señorita traía guardado entre el pecho y la espalda.
-Tengo que proteger a mi hermano - respondió como si fuera obvio, convencida de que lo correcto estaba hecho, con los ojos brillantes como verdes llamas en la oscuridad del infierno, por un segundo pensó en los momentos en los cuales el s
Señor Dario aún se encontraba en la casa .A la mujer se le ablandó el corazón, pero aun con un nudo en el pecho y la conciencia hecha un puño guardada en los bolsillos de su delantal, llamó de nuevo. No le pagaban por seguir delirios fantásticos de una niñita de ocho años, sino por seguir las órdenes del patrón Vyrus, después que el Señor abandonara la casa, su mujer y los niños.
Y observando la escena desde su punto de vista, cual espectador en una obra de teatro, entre más cerca al escenario se encontraba más sentía estar dentro de la obra, pero no era así, los eventos tras el telón no eran asunto del público, o al menos, así pensaba la sirviente mientras limpiaba las lágrimas de los ojos de la señorita Riza.
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La Tumba de las Rosas
Short StoryEsta es un pequeña historia...escrita con el corazón en la mano derecha y el ingenio sobre el teclado. Escrita con amor.