Capítulo 29

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Bella

Observé la estatua que rememoraba a Anya Kozlova. El rocío de la mañana se deslizaba por sus mejillas cómo lágrimas. Era una imagen desgarradora y me dolía sentirme identificada con ella. No fue feliz aquí. Solo esperaba no tener su final. Yo saldría de esta prisión.

Metí la mano en la fuente de agua con un pesado suspiro cansado. Una semana desde el incidente. Una semana encerrada en esta mansión porque fue mi decisión recluirme del mundo. Estaba recuperando mi confianza y mi energía. No quería ser vista como una pobre víctima. Yo era mucho más que eso.

Los pájaros cantaron a la distancia, el aroma a flores frescas se mezcló con el rocío matutino. Amaba la paz que me daba el jardín por las mañanas. Todo era silencioso en este horario excepto por el sonido de la naturaleza. Había descubierto que los patitos del estanque eran madrugadores. Una rama se rompió a mi derecha y giré mi rostro al mismo tiempo que Cassie se acercaba con una sonrisa de disculpa.

—¿No crees que una semana evitándome es suficiente? —preguntó con dolor—. Mi corazón se rompía cada vez que llamaba y Dorothea respondía que te negabas a verme porque prefieres tu espacio. Entonces me pregunté qué podía ir tan mal. Imaginé lo peor.

Me tragué el nudo que se formó en mi garganta. No estaba pensando en sus sentimientos cuando la evadí. Solo en los míos. Sabía que Cassie se alteraría cuando viera mis heridas.

—Lo siento—Me disculpé y jugueteé con mis manos—. A veces prefiero el silencio y la privacidad. Han sido días muy duros y no quería romperme contigo. No quería que sintieras lástima por mí.

—Dios, Bella. Siento muchas cosas por ti y lástima no es una de ellas. Te dije que puedes confiar en mí—Agarró mis manos ansiosas—. Cuando mi padre me contó lo sucedido quise matar yo misma a Aleksander Solovióv, aunque me alegra que Aleksi finalmente haya tomado cartas en el asunto. Espero que ese hijo de puta esté ardiendo en las llamas del infierno y nunca tenga un descanso.

La oscuridad en mi corazón se hizo presente.

—Espero lo mismo.

Cassie rodeó mi hombro con un brazo y nos sentamos en el borde de la fuente de agua.

—Tu recuperación ha progresado. Te ves muy bien—dijo con alivio—. Estarás de regreso en los escenarios cuando menos lo esperes. El público clama por ti.

Mi sonrisa se extendió ligeramente. Eso era lo que necesitaba oír. Nada de condolencias o más explicaciones del traumático evento. Ya no quería recordarlo ni pensar en ello. Era hora de salir adelante.

—Solo dices eso para subirme los ánimos y porque eres mi mejor amiga.

—Lo digo porque creo en ti. No quiero que veas esto como una presión, sino que entiendas que eres talentosa y genuina. ¿Te imaginas siendo exitosa como todas las estrellas que tuvieron residencia en Las Vegas? Puedes llegar a más. No olvides que aferrarte a tus sueños te sacará de aquí.

Estaba demasiado agotada emocionalmente. Una parte de mí quería regresar a mi habitación y acurrucarme en la cama, pero la otra parte me recordaba que sucumbir a la soledad me volvería loca y más vulnerable. Necesitaba imponer mi fuerza. Esto no iba a acabar conmigo.

—Nunca consideré rendirme —musité—. Algún día destruiremos los barrotes que nos mantienen prisioneras. No me iré sola de aquí, Cassie. No sin ti.

Sus ojos verdes, antes llenos de alegría y optimismo, ahora mostraban una desgarradora tristeza. Se encogió un poco y miró hacia adelante. Su atención fija en las rosas.

—Alguien me dijo lo mismo una vez—susurró con la voz quebrada—. Lo amaba tanto que eso terminó destruyéndonos a los dos.

Entrelacé su mano con la mía a modo de consuelo y permanecí en silencio. Ella se estaba abriendo conmigo sin inseguridades. Algo que le había pedido una vez.

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