Los hechos siguen.

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Nos encontrábamos todos en el agua, pero su modo se ser conmigo había cambiado respecto a la última vez que nos vimos. Ahora era más tierno conmigo. En el agua me cogía como si de me tratara, y me abrazaba. Digamos que nos hacíamos compañía el uno al otro mientras que los demás pasaban de nosotros. Nos acomodamos cada uno en una hamaca, una al lado de la otra, hasta que llegó otro de mis amigos y, agradablemente, nótese la ironía, me echó de la hamaca. El chico me preguntó si me gustaría tumbarme al lado suya para no quedarme de pie o tumbarme en la arena. Me tumbé al lado suya y me quedé mirándole. Me fijé en sus preciosos ojos de color verde y cerré los míos, mientras esbozaba una tímida sonrisa. De repente, noté el pequeño golpe de una piedra en mi espalda. - “Uf, ya empezamos.” - pensé – Volví a cerrar los ojos y a los pocos segundos escuché al chico quejarse.

“¿¡QUIERES PARAR YA?!” - le grité – “MOLESTAS.”

“No veas chiquilla.” - dijo, haciéndose la víctima

“Gracias.” - dije, falseando una sonrisa

“Que coñazo.” - dijo el chico, cuando volví a tumbarme en la hamaca

Volví a cerrar los ojos. Me encantaba sentir su respiración tan cerca de la mía. Con tan solo un movimiento, colocó su brazo sobre mi espalda, rodeándome con él. Sonreí encantada. Aunque no lo vi, estaba segura de que él me sonreía, con esa sonrisa que tanto me gustaba. Sí, los sentimientos habían vuelto a dar la cara. - “Capullos.” - pensé – Aparté mis pensamientos de mi cabeza y me centré en lo que ocurría a mi alrededor. Al abrir los ojos, vi que los suyos estaban cerrados. Parecía una ángelito durmiendo. - “Vaya.” - pensé - “No quiero que esto acabe.” - Me sobresalté cuando me centré en su mirada y vi que sus ojos estaban abiertos y me observaban.

“Me has asustado.” - le dije

“¿Tan feo soy?” - dijo con sarcasmo

“Menudo sarcasmo tienes.” - dije, sonriendo

Seguimos así hasta que me pegué el mayor susto de mi vida entera, de mis casi quince años. Seguíamos tumbados, los dos con los ojos cerrados, hasta que llegó el padre de uno de mis amigos, que es el dueño de las hamacas, y dijo, simulando que hablaba con mi madre que ya me había encontrado. Pegué tal salto que acabé de pie en la arena. Bueno, de pie, o casi. Fue muy cómico, para el padre de mi amigo claro. Había sido toda una farsa. Eso sí, estaba bastante enfadada. Después de gritar interiormente para no gritarle a la cara al padre de mi amigo, me dio por mirar el reloj de mi móvil y me di cuenta de que se estaba haciendo tarde y debía irme. Empecé a recoger mis cosas y a guardarlas en mi bolso de Adidas azul.

“¿Ya te vas?” - preguntó él

“Sí, debo irme, se está haciendo tarde.” - dije

“Pues te acompaño.” - dijo sonriente

“Pues muy bien.” - dije

Esperé a que hubiera recogido sus cosas y empecé a caminar hacia el paseo marítimo. Escuché una voz que me resultaba familiar a lo lejos.

“¡Eh! ¡Esperad!” - gritó la voz

Me di la vuelta y vi que el pelirrojo de mi mejor amigo corría de un lado para otro, recogiendo sus cosas a toda prisa. Otro de mis amigos le seguía, haciendo exactamente lo mismo.

“¡Vamos nenazas! - grité yo - “Moved esos culos que tengo prisa!”

“Ya vamos, ya vamos.” - gritaron

Esperamos a que se vistieran y lentamente, empezamos a caminar hacia el paseo. A un cierto punto, llegaron a nuestra altura, cansados por haber corrido tanto.

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⏰ Última actualización: Oct 23, 2013 ⏰

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