Bella
Nunca había sido tan feliz por tener el rastreador incrustado en mi nuca. Solo era cuestión de tiempo para que Aleksi me encontrara. Él no me dejaría a mi suerte. De ninguna manera me abandonaría. Su promesa de querer ser el único en lastimarme me reconfortó. Era un maldito psicópata, pero era tolerable a diferencia de Aleksander.
Qué bajo se encontraba el jodido listón.
Me desarmaron y me lanzaron en el maletero de un auto con las piernas y las manos atadas. Una cinta cubría mi boca para silenciar mis gritos horrorizados. Las lágrimas se deslizaban por mis mejillas y luché contra el pánico creciente. Yo era valiosa. Ellos no iban a matarme. Me necesitaban viva. No les convenía lastimarme porque eso implicaba enfrentarse a la ira de Aleksi.
Los escuché hablar en inglés. Al parecer Aleksi había capturado a la novia de Igor Solovióv y me usarían como moneda de cambio. Bastante justo a mi parecer, aunque me llenaba de rabia pensar que nuevamente estaba en problemas por su culpa. Era el responsable de todas mis desgracias.
Conté los segundos y minutos, rogándole a Dios que me sacara de esta situación. Traté de recordar mis pecados. Lo más grave que había hecho fue desearle la muerte a mi padre. En mi defensa nunca había sido amable conmigo. Pero incluso eso no era tan malo para condenarme a una existencia trágica. Mi suerte apestaba. Salía de una tragedia y entraba en otra.
Mi cuerpo se sacudió cuando el auto frenó bruscamente y abrieron la puerta del maletero. Casi lloré de alivio. Un rostro cubierto por pasamontañas apareció en mi campo de visión y me miró con detenimiento.
—Qué cosita tan bonita—bostezó. Su voz era de puro aburrimiento—. Vamos a sacarte de ahí. ¿De acuerdo? Si intentas algo te cortaré la oreja y se lo enviaré a Aleksi Kozlov como advertencia. ¿Hemos sido claro?
Asentí frenéticamente. Él sonrió.
—Qué chica tan buena.
Me sacó del maletero y me lanzó sobre su hombro como si no pesara nada. Era un tipo fornido, lleno de músculos duros. La posición no era muy favorecedora, pero intenté ver dónde demonios me habían traído. Reconocí el olor a heno y estiércol. Las vacas maullaron. ¿El campo? ¿Estaba en una granja?
Mi nuevo captor caminó a grandes zancadas y parpadeé varias veces al ver una finca a poca distancia. Era una casa de campo con una plantación de tulipanes. La imagen de las flores trajo lágrimas en los ojos porque pensé en Cassie y su hermoso detalle en el camerino. Los rociadores de agua estaban funcionando, manteniéndolas frescas. Era una propiedad aislada, sombría. Si no tuviera el rastreador nadie me encontraría allí. Empecé a sudar de frío y terror. Resignada porque Aleksi era mi única esperanza.
Una puerta fue abierta y mis pies tocaron una empolvada y descuidada alfombra. A mis ojos le costaron adaptarse a la densa oscuridad. Escuché una vieja canción country reproduciéndose en una radio chirriante. El olor a moho y humedad era insoportable. Solté un gritito cuando algo peludo caminó por mi pierna derecha. Mi captor se rió por mi reacción. ¡Era una maldita araña en mi piel!
—Lamento que el castillo no sea lo esperado—Se burló y me quitó de golpe la cinta que cubría mi boca. El ardor me lastimó la piel e hice una mueca de dolor.
Si las miradas mataran él estaría dentro de una tumba.
—¿Qué harán conmigo? —pregunté con la voz temblorosa.
—Muchas cosas, princesa—Me agarró por el brazo y me guió hacia unas escaleras de madera.
Me tambaleé cuando mis tacones pisaron una astilla. Mi captor no era amable. Sostuvo mi codo rudamente. Al llegar al último escalón mi atención se desvió al cuadro de una mujer en la pared. Era hermosa. Cabello castaño. Ojos azules. Labios rojos y gruesos. La similitud que tenía con mi aspecto era escalofriante e impactante.

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Cautivos [En Librerías]
General FictionEsto no es un cuento de hadas. Es una pesadilla. Obra registrada. Prohibida su copia o adaptación. Código de Registro: 1709303636679