Prólogo

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Todo empieza con un accidente del destino

Hacía tres años que lo conocía... Bueno, no lo conocía realmente, sólo lo había visto una vez en mi vida. En una alfombra roja, que, por lo que yo consideraba obra del destino, habíamos coincidido en todos los lugares posibles en el mismo día: cuando esperábamos a que los actores se dignaran a aparecer; en la sala del cine donde presentaron la película que no se estrenaría una semana después; y, finalmente, al final del evento, justo cuando todos esperaban a sus familiares o se iban al estacionamiento, después de rechazar el que mi amiga me llevara a mi casa en el auto de su padrastro, en la entrada de la plaza, donde llamaría a un taxi.

Sinceramente fue después de un año que lo consideré como obra del destino. En un principio fue totalmente extraño, es como si él y sus amigos supieran justo en dónde me encontraría, pero, tampoco era para alarmarse. Su forma de ser mientras cruzamos algunas pláticas o por las observaciones que alcanzaba a escuchar sobre diferentes cosas de la plaza comercial, indicaban que, aunque no era su círculo habitual, no eran más que inofensivos.

Estaba yo, esperando a que la empresa de taxis contestara o simplemente me mandara uno, cuando me percaté que ellos estaban ahí, hablando sobre la película y sin poder evitarlo, me reí de algunas cosas, no fue mucha mi integración a su plática, al final de cuentas, yo era una completa extraña para ellos y ellos para mí, pero supongo que hay cosas en las que simplemente no puedes evitar unirte o reírte.

El tiempo pasó y llegaron por ellos; se fueron. Yo, no podía conseguir un maldito taxi y ya estaba más que cansada. Escribía un mensaje de texto a mi mamá para que hiciera lo posible para que pasara por mí, cuando escuché:

—Oye— dijo una voz masculina, alcé la vista de mi celular y reconocí a uno de los chicos que no hace mucho se habían despedido de mí con un "hasta luego" que, en ese momento, me pareció gracioso, cómo si los volviera a ver de nuevo en la vida.

—¿Sí? —pregunté, ciertamente, con un poco de desconfianza.

—¿Podrías pasarme tu Facebook? —me entregó su celular para que yo pudiera escribirlo. Lo tomé, con un poco de curiosidad. Para mí, era algo surrealista. Escribí "Lyanna Beckett" en el celular y se lo entregué. Ciertamente, no parecía del tipo que te secuestraría y mataría, más bien, era del tipo simpático. Además, en algunas de las pláticas, me di cuenta que teníamos algunos intereses en común. No creo que en ese momento haya pensado en otra cosa más que: "Meh, ¿por qué no?"

—Tengo una foto en la que estoy en un columpio en un árbol—le dije, para que fuera más fácil encontrarme. Si algo hay que reconocer es que el mundo estáplagado de Lyanna Beckett. Asintió con la cabeza, murmuró un "gracias" incluyendo una despedida y se alejó corriendo. Lo miré irse y después de una leve negación con la cabeza, volví al mensaje que estaba escribiendo. Minutosdespués, recibí una respuesta de mi mamá: iba a pasar por mí. Así que esperé,teniendo cierto frío, y recordando al chico curioso que había pedido mi contacto. 

Accidente del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora