Prologo

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No importaba cuan sofocante fuese el calor, ni mucho menos la magnitud e imponencia de las llamas. El señor Vega no sentía el más mínimo miedo ante tan peligrosa situación. Sus pies se movían velozmente, más para salvar lo que llevaba en sus brazos, que para proteger su vida misma.

En sus brazos, envuelta en sabanas, cargaba a una bebe, su hija. Por muy frio que fuese, ni siquiera Vega se salvaba de sentir amor. Era eso lo que le hacía correr entre los miles de escombros llameantes.

Mientras avanzaba, podía ver los cadáveres de varios de sus compañeros quemarse, víctimas del atentado. Ninguno altero su mente, pues a pesar de que técnicamente había compartido esfuerzo con muchos de ellos, cierto era que Vega nunca creaba ningún lazo sentimental con nadie, además, ver muertos en vivo no era algo que siquiera se acercase a afectarle mentalmente. El único lazo que ahora sentía, era aquel que le obligaba proteger a su bebe.

Finalmente logro salir del edificio bañado en llamas, pero aun no estaba a salvo. Pudo observar a los atacantes rodeando el lugar, acercándose y apuntándole con grandes armas de fuego. Paro de correr, pues esa acción ya no le sería útil. Los terroristas le rodearon.

─Hasta aquí llego tu juego de blasfemia─ Dijo el líder apuntando directamente a su cabeza─ Te lo diré una sola vez Vega, suelta esa cosa, y tal vez te dejemos vivir.

El hombre miro por un segundo a su hija. A pesar del ajetreo, la bebe estaba profundamente dormida. Giro la cabeza hasta su agresor.

─ ¿Esto no les parece arcaico y muy a la antigua?, Hace siglos que la iglesia dejo de quemar a la gente como yo.

─ ¡Déjate de estupideces!, ¡Lo que tú haces va contra todo limite!, ¡No permitiremos que sigas blasfemando contra la voluntad de Dios!

Aquella situación de perseguimiento le causaba una sensación muy familiar. Estaba seguro de que algo así ya le había sucedido. "Pero ahora los papeles se han invertido..."─Pensó.

Miro nuevamente a su pequeña. Verla le causaba una sensación muy especial. ¿Había soportado el imponente pasar del tiempo y su inagotable sudor para que todo terminase allí?, para nada...

"No me importa quién se oponga. Así tenga que enfrentarme a las masas, a los gobiernos, ejércitos, o incluso a la mismísima voluntad de Dios... Protegeré esta bebe... No permitiré que destruyan lo que yo amo..."─Pensó mientras cerraba los ojos con un suspiro.

Los recuerdos de esa noche serian casi nulos para la niña, pero algo que quedaría en su mente, sería la primera vez que la lluvia se teñía de rojo... 

La Maldición de Metal (Borrador Original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora