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-play music-

Aparentaba facilidad al tocar las teclas del piano de cola que tenía en frente. Estaba nervioso, mucho, podría decirse que él muchacho de ojos negros era él primero en ver como tocaba el chico triste. No que va, él era el primer ser humano, de carne y hueso en ver como creaba aquéllas lindas y delicadas armonías con sus blanquecinas manos.

-Tocas muy bien...- Murmuró maravillado al ver sus manos tocar con delicadeza y dulzura. Rubén no respondío, solamente se sumergio en las notas que ya se sabía de memoria. Miguel estaba extasiado, él jamás podría tocar tan maravillosamente bien como él castaño que tenía a un lado. La melodía era triste, a Rubén le gustaba, a Miguel no tanto. Él chico triste y solo cerraba los parpadas dejandose llevar, ya no habían nervios, solo estaba él y el piano. Olvido por completo al pelinegro de su lado, se que suena cruel, demasiado, pero era algo inevitable, Rubén cada vez que se sentaba en frente de aquél piano se olvidaba de todo, completamente todo, y eso a él le gustaba.- Eres genial...- Rubén trago en seco y dejo de tocar.

-stop music-

-¿Que pasa?- Se giró para observar detenidamente al chico de orbes verdes, este estaba temblando, su ceño estaba fruncido, al igual que sus labios.- Hey.- Tomó su hombro moviendolo un poco. Su tacto quemaba, así que se movio con furia apartando su mano.- ¿Que te pasa, estas bien?- Miguel estaba preocupado, se podía notar en la expresión de su rostro. Rubén elevo la vista, encontrandose con aquéllos ojos. Son igual a los de su padre. Removío la cabeza en ambos lados, para apartar aquéllos raros pensamientos que se avecinaban en su mente.- ¿Te encuentras mejor?- Su mano derecha se poso en su frente, verificando si tenía fiebre. Él castaño lo miro extrañado, ladeando su cabeza. Como un pequeño gatito, pensó Miguel.- Me asustaste...- Espetó bajando la mirada sacando la mano de la frente de él chico castaño.

Lo siento. Quizó decir. De algún modo se sentía culpable, era inevitable, jamás le habían alagado abiertamente su forma de expresarse, ni sus padres, él solo escuchaba los suspiros de orgullo de su madre detrás de la puerta, pero nada más, y aquéllo le parecio muy extraño y desconocido.













sad piano; r.d-m.r.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora