NO SIGAS LEYENDO

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No leas lo que viene a continuación.

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Hola me llamo Matthew Cague y les voy a contar la historia de cómo una vez me perdí en un campamento durante dos días y medio, en la montaña.

(Para aclarar yo, clarAna367, NO soy la que narra. Era una historia para el colegio que quería publicar).

Todo comenzó cuando yo estaba con unos amigos jugando al "verdad o reto" de equipos de a dos. Mi compañero era Adam Cassidy.

Nos habían desafiado a ir al arroyo más cercano y volver antes que se cumplieran las cuatro horas, solo con lo que teníamos, que no era mucho (solo unas galletitas, caramelos y nuestros celulares).

La leyenda que se contaba del arroyo decía que si te reflejabas en él te volvía loco. Nosotros no creíamos en esas tontas historias que a uno le cuentan de niño para asustarte. Así que no nos negábamos a ir.

En eso íbamos en la plena oscuridad de la noche agarrados de las manos –muertos de miedo-, cuando sentimos que alguien, o algo, nos seguía. Al principio pensamos que sería algún animalito que por casualidad nos habíamos cruzamos; pero mientras más avanzamos más cerca nos parecía escuchar que algo -sí, ALGO- nos seguía. Con cada vez más miedo, llegamos al arroyo que buscábamos. Nos acercamos y el en agua... ¡NOS REFLEJABAMOS COMO ESQUELETOS!

En esa terrible escena estábamos parados cuando comenzó a llover. Con desesperación les mandamos unos mensajes a nuestros compañeros con el celular. Ya habían pasado tres, de las cuatro, horas acordadas.

Cundo nos percatamos de que la lluvia no pararía, el arroyo –aterradoramente- nos reflejó una cueva que recordábamos haber visto al ir a ese lugar. Apenas la recordamos salimos corriendo –a más no poder- a ese túnel.

A unos minutos de haber llegado, a Adam se le ocurrió ver que podría haber dentro de la inhóspita cueva, mientras esperábamos desesperadamente un rescate.

Mientras nos adentrábamos al interior, siento que la cosa todavía nos sigue cada vez más rápido, y más cerca.

-¡Corre, Adam!
-¡¿Qué, por qué?!
-¡Nos persiguen!

Salimos corriendo de la cosa –que ni sabíamos que era-.

Cada vez se podía ver menos a nuestro alrededor, cuando de golpe somos tragados por un inmenso agujero...

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Luego de este suceso no puedo recordar que nos pasó, ni de cómo llegamos al comienzo de la cueva. Lo que me acuerdo es que cuando miramos hacia afuera ya no llovía, a decir verdad, la tierra ni siquiera estaba húmeda, parecía que habían pasado días.

Mientras hacíamos esa reflexión en nuestras mentes -sin mencionar palabra- surgió un problema. ¿Cómo les avisaríamos a nuestros amigos nuestra ubicación actual? Nuestros teléfonos se habían mojado y no se prendían.

Se me ocurrió que si los poníamos al sol se secarían, aunque no sabía cuanta batería tenían. Adam me recomendó que les quitemos las baterías, y sorprendentemente funcionó.

Por fin el helicóptero de rescate nos encontró después de mandarles unos mensajes a nuestros amigos.

Lo que todavía no puedo entender –y creo que Adam tampoco- es como nos perdimos un viernes y luego de caernos dentro de la cueva despertar un domingo.

Más que seguros estábamos en que no compartiríamos la experiencia de la cueva, porque pensarían que nos creímos la leyenda sobre el arroyo y nos estaríamos volviendo locos.

Y aquí termina mi historia.

{=}

28 de febrero del 2016

Adam Cassidy:

Ahora estoy volviendo a donde habíamos encontrado el arroyo, en esa macabra noche hace tantos años. Estoy solo, mi hijo se quedó en el campamento con mi esposa.

Estoy a punto de llegar, pero algo me llama la atención. El arroyo que habíamos visto ¡no estaba! Y la cueva tampoco.

P.D.: No vuelvas.

Matthew Cague

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