Parte II : Magnus

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Hacía apenas un par de horas que había despedido a su novio con un dulce beso en los labios cuando aporrearon a su puerta.

Sinceramente no era nada cortés aporrear una puerta de entrada de roble antiguo con embocadura de columnas y frontón partido con cartela a diestro y siniestro; había costado una fortuna. Además, Presidente Miau se había asustado del ruido y en consecuencia ahora lucía unas preciosas líneas rojas justo donde se podía entrever su moreno pecho descubierto debido a la preciosa camisa lavanda abierta hasta en tercer botón.

Un suspiro exagerado escapó de sus labios mientras se quitaba al minino de encima con un gesto vago de la mano y caminaba hacia la puerta, dispuesto a echar a cualquiera que se atreviese a interrumpir su día libre.

Pero su rostro cambió súbitamente al encontrarse con Isabelle llena de sangre e icor y detrás suya, a Jace llevando en brazos a un desmayado Alexander, el cual yacía en brazos de su hermanastro con sus extremidades colgando como muertas al igual que su cabeza, que caía hacia atrás sobre sus hombros abriéndole la mandíbula.

Ambos parabatai estaban cubiertos de las mismas sustancias que Isabelle, pero a diferencia del rubio, Alec tenía toda su ropa deshecha por el ácido y la zona de sus ojos roja y llena de heridas con muy mala pinta.

Sin nada que decir abrió más la puerta para que el rubio pudiese entrar con su novio en brazos y le guió con rapidez hasta su propia habitación, donde con un gesto rápido de la mano cambió las sabanas a unas blancas, de las cuales se podría lavar más fácilmente todo resto de sangre que cayese.

En cuanto Jace dejó el cuerpo terriblemente inerte sobre el colchón, su mirada obligó a ambos hermanos a abandonar la habitación y tras ello cerró a cal y canto antes de sentarse en una silla, al lado de su chico.

Su magia ya estaba trabajando en quitarle la ropa de modo que si había algún trozo pegado a las heridas, no le hiciese aún más daño al arrancarlo. Con un suspiro trémulo acarició su mejilla con aquellas manos repletas de anillos y suavemente sus chispas azules y moradas se deslizaron por todo el pequeño cuerpo del joven, envolviendo a ambos en un aura mágico desde el cual sería más fácil curarle.

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- ¿Cómo está? - La pregunta abordó al brujo nada más salir de la habitación.

Había dejado al Lightwood tendido en sabanas nuevas, con ropa cómoda y limpia, y tras curarle le dejó reposar.

- Sus heridas sanan con rapidez ahora que le inculqué los hechizos de recuperación - Explicó el brujo mientras se dejaba caer en el sofá de piel, al lado de la joven. - Pero sufre una ceguera, no sabría decir si es temporal o... -

El portazo le interrumpió y al alzar la cabeza se había quedado sólo con Jace, intuyó que la chica se había encerrado en el baño. -¿Qué ha pasado? -

Al alzar la cabeza esta vez buscó los ojos dorados del único nefilim que quedaba y tras oír su explicación negó con la cabeza varias veces. -Será mejor que la vayáis, no creo que vaya a despertar hasta esta noche - Recomendó el brujo, que, a pesar de que aquello era cierto, prefería quedarse a solas y digerir todo lo que había ocurrido.

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Efectivamente el Lightwood se levantó a la medianoche, pero Magnus había decidido dormir en el sofá dejando la puerta abierta por si el chico le requería.

No fue hasta que un sollozo rompió el murmullo bajo de la televisión, cuando Magnus se dio cuenta de que Alec se había despertado, y estaba llorando.

Antes de entrar llamó con los nudillos a la puerta, era estúpido, esta era su casa; la que compartía con el chico que ahora lloraba abrazado a sus rodillas en medio de la inmensa cama de matrimonio.

-Alexander- Murmuró intentando modular su voz para que ningún temblor hiciese dudar a su novio. - Soy yo, Magnus - Con un paso vacilante se adentró en ma habitación y subió a la cama con el moreno, el cual le buscaba inútilmente con la mirada. Una mirada perdida de pupilas blancas sin ninguna posibilidad de ver -al menos en un tiempo-.

Con dulzura acarició la pierna del niño y le abrazó contra sí mientras calmaba sus sollozos y quejidos con palabras dulces y caricias lentas, creando círculos por toda su piel.

- Vas a estar bien, Alexander, estás conmigo -

Blind Alec (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora